El espejo tiene dos caras
Después de su exitoso paso por festivales internacionales de cine como Berlín, Sundance y Tribeca, se estrena en Argentina la película Buena Suerte, Leo Grande (Good Luck to You, Leo Grande, 2022), protagonizada por Emma Thompson, quien de forma sobresaliente y conmovedora personifica a Nancy Stokes. Ella es una mujer que con más de media década vivida, jubilada y viuda, decide contratar a un prostituto, mucho más joven que ella y esbelto, llamado Leo Grande (Daryl McCormack). La osada decisión de la protagonista reside en querer explorar la sexualidad, un aspecto que durante toda su vida -su largo matrimonio, su maternidad de dos hijos y su trabajo como docente de educación religiosa- ha sido subvalorado a punto tal que nunca ha tenido un orgasmo.
El film recurre a la simplicidad y economía de la puesta en escena: prácticamente se utiliza un solo espacio minimalista durante todo el largometraje, algunos pocos cambios de vestuario, dos protagonistas y brevemente dos extras hacia el desenlace. La obra se reduce a los elementos básicos escénicos -incluso es pertinente destacar el color gris de la habitación donde transcurre la acción, un tono neutral porque lo que importa es el vínculo entre Nancy y Leo Grande- para mediante la perspectiva de género reflexionar inteligentemente sobre la búsqueda de intimidad y placer, la culpa, la vergüenza, las construcciones y mandatos sociales, las apariencias, el paso del tiempo y el trabajo sexual. Recordemos que la película fue escrita por Katy Brand y dirigida por Sophie Hyde, es decir, hablamos de una propuesta realizada por mujeres que puede resultar muy pedagógica pero no desde una bajada de línea moral, sino todo lo contrario, colocando al placer femenino como tema central del relato, algo muy poco elaborado en la historia del cine. En palabras de Emma Thompson generalmente “no es considerado importante que las mujeres tengamos placer, no es frecuente que se nos pregunte, ‘¿has sentido placer?’”
Buena Suerte, Leo Grande, mediante la brillantez y profundidad de sus diálogos, evidencia que cuando una narración es lo suficientemente inteligente e interesante a veces no se necesita nada más, reduciendo el marco expresivo casi al mínimo, pues prácticamente todo sucede en una habitación de hotel anónima en cuatro encuentros entre dos personas de sexo opuesto y dos generaciones diferentes que mutuamente cambiarán sus vidas para siempre, logrando que el público se mantenga intrigado en todo momento en lo que atañe al destino de los protagonistas. Mediante un logrado ritmo e intriga, a través de la comunicación entre Nancy y Leo (en lo que se dicen, pero también en lo que no se cuentan), el relato deconstruye ciertos tabúes sociales y con muy pocos elementos logra evidenciar los cambios del contexto socio-histórico y cultural de una generación a la otra, puesto que son dos generaciones que poseen diversos vínculos con la sexualidad y el placer, y con cómo los entienden y construyen su nexo con el prójimo. Asimismo, según avanza el relato aparecen en un segundo plano las conversaciones sobre la problematización del trabajo sexual, a su vez que en un primer plano las dinámicas de poder van cambiando conforme Nancy halla confianza para materializar sus deseos. En consecuencia, las máscaras autoconstruidas de cada uno comienzan a caer, rostros falsos conformes a ciertos estándares sociales de una tradición que ha quedado obsoleta y que ya no tiene sentido sostener. A lo largo de las escenas, Nancy se da cuenta que ha perpetuado valores en los que no creía. En dicho sentido, hay que destacar el trabajo interpretativo de ambos para plasmar la acción interna de los personajes, en donde es fundamental aquello que callan, que vienen callando por años y que podrán revelar a partir de una conexión íntima con el otro.
Al respecto, la sinceridad interpretativa de Emma Thompson es notable desde la primera escena hasta la última a tal punto que la hace merecedora de un premio Oscar. Hay que destacar su valentía actoral, la cual culmina con un desnudo total frente al espejo, dejando ver un cuerpo de 63 años sin retoques ni artilugios, desafiando todos los cánones de belleza con la aceptación del cuerpo mujeril y del paso del tiempo, algo muy poco frecuente en el cine y en el mundo en general, puesto que esos son los cuerpos que se esconden, no los que se muestran. En la conferencia de prensa en Berlín la actriz ha comentado al respecto: “(…) a las mujeres nos han lavado el cerebro para odiar nuestros cuerpos. Todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos, ‘todo está mal, tienes que verte así’. Entonces intenta pararte desnuda frente al espejo y no moverte, solo acéptalo y no lo juzgues, es lo más difícil que tuve que hacer.” El espejo tiene un valor fundamental en el relato, puesto que funciona como síntesis simbólica que representa en cuatro momentos el acto de quererse a uno mismo: primero, ni bien comienza el relato, Nancy se observa con inseguridad frente al espejo mientras espera al joven, sucesivamente Leo -cuando ella no está en la habitación- se mira al espejo con cierta vergüenza (debido a su profesión y a la mirada punitiva de su madre), después juntos frente al cristal intentando cada uno aceptarse a sí mismo con la ayuda del otro, y finalmente Nancy totalmente desnuda luego de haber alcanzado por fin ese esperado orgasmo mediante la masturbación. En consecuencia, el film expone la creciente confianza sexual de Nancy, en función de la cual el empoderamiento de la mujer se da a través de la intimidad, y así el orgasmo llega finalmente consigo misma. Este aspecto del crescendo del placer en Nancy se representa también desde su vestuario, generalmente estampado con flores, elemento de la naturaleza asociado poéticamente a la mujer y su despertar sexual.
En conclusión, Buena Suerte, Leo Grande reflexiona de forma conmovedora y perspicaz sobre la vergüenza, la conexión sexual y las frustraciones emocionales con un sabor agridulce que logra divertirnos, pero también hacernos pensar. Según su directora “la película es un recordatorio de que la búsqueda de intimidad y conexión puede ser poderosa, valiente y necesaria.” El largometraje compone personajes con sentimientos verdaderos y complejos que los vuelven personas ambiguas y contradictorias y por ende, reales. En una cultura que nos alecciona a sentir culpa o avergonzarnos de nuestros deseos y cuerpos, resulta liberador observar el camino de autoconocimiento de Nancy, una mujer común que apela a la identificación de cualquiera y comienza a apreciar su cuerpo y a descubrir el placer, mostrándonos que nunca es tarde para volver a empezar.