Una maestra retirada contrata a un escort masculino para una tarde de sexo en un hotel en esta comedia dramática protagonizada por Emma Thompson y Daryl McCormack.
Desde que enviudó, Nancy Stokes (Emma Thompson) viene planeando hacer esto. Con dudas, con miedos y nervios que no la soltarán casi nunca, la sexagenaria maestra de escuela retirada ha decidido contratar los servicios de un escort masculino. Para eso paga una habitación de hotel y, nerviosa, espera su llegada. El es Leo Grande (Daryl McCormack), un joven irlandés de tez oscura y ojos claros que ella define como «perfecto». El encuentro es incómodo para ella, quien se siente rara ante la situación, ante el hecho en sí, mitad avergonzada y otro tanto confundida. El trata de calmar sus nervios, naturalizar el asunto en la medida de lo posible, pero no es sencillo. A lo largo de una serie de encuentros entre ambos, lo que BUENA SUERTE, LEO GRANDE contará se parecerá más a varias sesiones de terapia que a algo más netamente sexual.
La película –que bien podría ser una obra de teatro, aunque se trata de un guión original quizás armado de este modo en función de las restricciones del COVID– presenta a dos personajes claramente delineados. Ninguno de ellos usa, previsiblemente, su verdadero nombre, aunque sus circunstancias y actitudes son diferentes. «Nancy» es una mujer que ha tenido una vida sexual muy limitada, que dice jamás haber tenido un orgasmo y que se ha dedicado, como maestra, a enseñar cuestiones de ética y moral que la hacen vivir de una manera muy conflictiva esta situación. Preocupada por cada cosa –Thompson se luce con el timing cómico en algunos diálogos muy bien construidos–, su Nancy es una mujer que quiere pero que no se anima del todo a pegar un vuelco en su vida.
«Leo Grande» es aún más claramente un personaje. El joven hombre es amable, simpático, comprensivo y siempre parece tener la respuesta adecuada para cada situación, tratando de hacerla sentir cómoda. Pero cada vez que Nancy va al baño y lo vemos deambular solo por el cuarto o mirar por la ventana podemos ver cómo, sutilmente, su expresión cambia y aparece un joven más serio y preocupado, un tanto más tenso. El planteo es claro: a través de los encuentros cada uno de ellos debería, en la medida de lo posible, sacar afuera eso que de algún modo u otro oculta o teme mostrar: su historia, sus miedos, su cuerpo, su sexualidad.
BUENA SUERTE, LEO GRANDE es una comedia dramática que bien uno podría suponer siendo un éxito en el teatro comercial –todos harán el mismo juego, seguramente, pero a mí me da por imaginar a Mercedes Morán y alguien tipo Nicolás Francella en la porteña calle Corrientes– ya que tiene todos los condimentos que llevarían al clásico público de ese tipo de obras. Es pícara pero –al menos hasta cierto punto– con sus pruritos y reservas, es por momentos muy graciosa (en un momento ella hace una muy precisa lista de las cosas que quiere hacer) y, previsiblemente, en su tercer acto se volverá más conflictiva, dramática y emotiva. Quizás lo que una pieza teatral no pueda captar del todo sea algunas de esas sutilezas que requieren de primeros planos, pero más allá de eso no hay nada demasiado cinematográfico acá.
Es, sí, un reflejo de un choque generacional y cultural en una sociedad como la británica (él es irlandés, pero ella sí es inglesa) que tiene una larga historia de represión, pudor y discreción sexual. Y si bien es una película que podría transcurrir treinta o más años atrás (la vida familiar/matrimonial de Nancy casi parece de los ’50), de algún modo resulta creíble en la actualidad en función de algunas conversaciones acerca del trabajo sexual («debería ser un servicio público», coinciden) pero más que nada por la manera en la que Thompson le incorpora a Nancy un muy gracioso tono de comediante que vuelve a su personaje más actual, por más forzado que eso sea en términos realistas. Y McCormack es más que un partenaire para el lucimiento de la actriz ya que construye un personaje que se va revelando de a poco de un modo bastante conmovedor.
Pese a las limitaciones de la propuesta y a esa suerte de correctivo políticamente correcto a películas como MUJER BONITA, entre otras, BUENA SUERTE, LEO GRANDE –que fue una muy aplaudida gala del Festival de Sundance– es un cuento efectivo y amable acerca de las autoimpuestas represiones respecto al deseo y al placer, y sobre los miedos que impiden a los personajes hacerse cargo de sus propias historias y sus distintos miedos. Y si bien la película es bastante pudorosa durante el 90 por ciento de su desarrollo, para cierto momento se reserva algunas sorpresas que parecen más pensadas para «abrir la conversación» o hasta para ganar premios de actuación. Allí donde el «coraje» se cruza de una extraña manera con el cálculo y el personaje se confunde con el intérprete.