Una mujer de edad madura busca ese “algo” que la haga sentir viva. Así es como encuentra a un joven que se dedica a prestar sus servicios sexuales. La historia que nos cuenta “Buena Suerte, Grande Leo” se desarrolla mayormente dentro del cuarto de un hotel. Una locación reservada para fantasías sexuales prestas a ser consumadas con la luz encendida. Diálogos atractivos capturan nuestro interés, mientras dos actuaciones en potente química alimentan el gusto por el buen cine. Naturaleza voyeur descubrirá la nueva piel; dale a alguien una máscara y te dirá la verdad.
Allí está la inmensa Emma Thompson y su contraparte, el novel Daryl McCormack. Asimetrías insalvables los separan, en más de treinta años de edad de diferencia. La perfección de los cuerpos versus lo crepuscular y natural; las agujas del reloj no vencerán al tiempo. Ni es la flor de la edad un lejano y mejor pasado. El reloj apura su marcha, es mejor no sentarse a esperar, sino ir al encuentro de aquello que hace vibrar nuestras estructuras. A medio camino entre la crisis existencial y el descubrimiento personal, Thompson carga sobre sus espaldas un equipaje atiborrado de dudas. Haciendo hincapié en ello, la estructura narrativa del film hace foco en una relación humana que se desarrolla conforme a una aproximación más personal que sexual. El morbo siempre nos llevará a ver que ocurre debajo de las sábanas que comparten el joven y la cincuentona. No obstante, prefiriendo profundidad a mero efectismo, la directora Sophie Hyde explora la vulnerabilidad e inseguridades que esta viuda reciente experimenta. Un mundo nuevo se abre delante suyo y el dionisíaco banquete le ofrece todo aquello que no tuvo durante su matrimonio.
Sin embargo, no es “Buena Suerte, Leo Grande” una radiografía social acabada, tampoco prefigura la óptica feminista una intención perseguida; ni es el personaje de Thompson el que lleve las de ganar, mientras intenta tomar las riendas de su propia vida. La sensibilidad del abordaje nos permite apreciar una gama de imperfecciones humanas que emergen a la superficie, propias de los obstáculos a los que se enfrentan las personas. El personaje femenino protagonista se delinea a través de carencias y objetivos muy claros. La noción egoísta del sexo que conoció, abolido el deseo a lo largo de un matrimonio en donde el encuentro se concebía como un mero trámite.
Abrevando en dichos matices, “Buena Suerte, Grande Leo” adquiere sustento y personalidad, para entronarse como una disección conmovedora de la condición humana. Existen decisiones conceptuales favorables a abordar: la inexperiencia, la represión sexual, los estigmas sociales y la desconexión de su cuerpo resultan factores preponderantes para la reflexión, sin caer jamás en la caricatura ni pretender idealizar la vida de un trabajador sexual.