Hace 15 años, el australiano Stephan Elliott causó sensación con Las aventuras de Priscilla, reina del desierto. Luego de un par de proyectos intrascendentes y una ausencia de casi una década regresó con una comedia (con toques dramáticos) que resulta leve, entretenida, simpática, pero al mismo tiempo efímera y menor.
Larita (Jessica Biel, bellísima y correcta en su papel heroína) es una impulsiva y deslumbrante joven norteamericana de buen pasar y muy adelantada a su época (estamos en los años '20) que hasta se anima a disputarle carreras automovilísticas a los hombres. Ella llega como la nueva esposa del hijo pródigo (Ben Barnes) que regresa a la muy británica casona de su distinguida y algo decadente familia liderada por la despiadada madre (Kristin Scott Thomas, notable) y por un padre cínico y típico loser (Colin Firth).
Las fricciones no tardan en llegar: la hermosa invitada no se deja intimidar por la dueña de casa y ejerce una inmediata atracción en su suegro, mientras su joven marido pendula entre el deber y el querer. Hay diálogos venenosos, contrapuntos entre la tradición british y la arrogancia estadounidense, bailes, cenas, caza, romance, humor y oscuros secretos que serán develados en el momento más inoportuno y con la peor de las consecuencias.
Todo el relato -basado en una obra del cotizado Noel Coward- se mantiene en un cuidado y agradable medio tono, aunque la película extraña por momentos un poco más de esa locura y desinhibición que el director evidenció en aquella opera prima. De todas maneras, se trata de un pasatiempo bastante noble sostenido por un puñado de buenos intérpretes. No está nada mal.