Una road movie tan lisérgica como inescrutable
Niño mimado de los festivales más importantes del mundo cinematográfico actual, el filipino Raya Martin sentía que la profesionalización asfixiaba la libertad artística de sus trabajos. Fue de visita a España y se encontró con el cortometrajista y crítico Gonzalo de Pedro, con quien decidió volver a las fuentes primigenias, las mismas que cinco años atrás le habían permitido crear Autohystoria y elevarse, con apenas 23 años, a las cúspides festivaleras.
Quería una película entre amigos. Anhelaba un regreso a ese cine personal, sin créditos estatales, ni fondos de ayuda a la producción, ni presiones de cinéfilos ni programadores. Salir a la ruta y ver qué surgía, decía el asiático. Y así se despachó con Buenas noches, España, road movie lisérgica filmada en soportes prácticamente en desuso (Súper 8 y Hi-8) y menos preocupada por la construcción de una narración que en la experimentación visual y sonora, que se verá hasta el miércoles 29 en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530).
Característica inherente a gran parte del cine experimental, el resultado final está más próximo a las artes plásticas que al cinematográfico. Aquí, al fin y al cabo, la historia es lo de menos. Esto dicho no necesariamente como un juicio valorativo, sino porque la misma película no parece demasiado preocupada en establecer un hilo conductor narrativo. Lo único es la idea de teletransportación (¿?) planteada desde la sinopsis y atisbada en las escenas de apertura y clausura, pero que en el resto del metraje es apenas un esbozo fantasmagórico nunca del todo concretado.
Lo que sí es concreto es la presencia de un hombre –Andrés Gertrudix– y una mujer –Pilar López de Ayala, protagonista de Medianeras y musa de Manoel de Oliveira en El extraño caso de Angélica– que viajan en un auto, flirtean en un bosque, caminan, pasean, recorren el Museo de Bellas Artes de Bilbao para luego culminar el recorrido en un espacio que es preferible no develar.
Esas situaciones darán pie para un bombardeo de manipulaciones a la materialidad del fílmico. Casi como una cruza del romanticismo urbano de Antes del atardecer con el Hunter Thompson más lisérgico, habrá sonidos distorsionados hasta el agotamiento auditivo, imágenes alteradas para modificar la secuenciación cronológica, repeticiones con virajes a un único color, otras al negativo, entre otras cosas.
El problema es que esas decisiones están regidas únicamente por el arbitrio del cineasta y no por la construcción de un todo coherente. Ver por ejemplo cómo la tonalidad cromática de las imágenes, que aparentemente se corresponden con un determinado punto de vista pero que se modifican sin que se sepa muy bien por qué. Lo que sí se sabe es la importancia que la Historia tiene para Martin.
Cineasta habituado a vincular sus trabajos con la genealogía social y política de su Filipinas natal, aquí decide abrir la película con una leyenda de José Rizal, médico, escritor y uno de los grandes héroes de aquel país. Leyenda que además permite esbozar una posible línea interpretativa de los próximos setenta minutos. Es que aquí, en el cosmos de Buenas noches, España, lo inescrutable es un peligro latente.