La basura del vecino.
Una vez más Hollywood halla la forma de banalizar ideales, reducir ideas y atomizar conceptos. En este caso el sexismo es el tema elegido para vulgarizarlo en un filme de género cómico, que de cómico tiene nada, pero del que se aprovecha para contrabandear sin sutileza alguna el estilo de vida de buena parte de la descerebrada juventud estadounidense. El reconocido fumón Seth Rogen vuelve en un filme que glorifica el consumo de marihuana y las fiestas de adolescentes, cuyo único fin es alcanzar el coma alcohólico con la mejor onda posible.
El conflicto es el mismo de la primera película: Familia que se ve perjudicada por vecinos que viven de pachanga. En este caso, un grupo de chicas en busca de independencia e ideales feministas.
Durante todo el filme se usa el argumento sexista para justificar la necesidad de un grupo de pendejas de hacer fiestas a su manera, sin ser consideradas objetos sexuales. Como es obvio, el argumento -escrito por hombres- hace agua, y los "ideales" solo llegan hasta el momento de cubrir la dosis de exceso necesaria para las chicas. Así, la industria cinematográfica produce otro artículo de exportación sin valor artístico, pero útil para infectar públicos que nada tienen que ver con el estilo de vida que promueven.