La medianera de la adultez
Desde Judd Apatow en adelante, el paso de la juventud a la adultez se convirtió en uno de los tropos más visitados por la comedia norteamericana. El director Nicholas Stoller (¿Cómo sobrevivir a mi novia? [2008], Get Him to the Greek [2010], The Five-Year Engagement [2012]) había hecho un aceptable trabajo sobre esta temática con Buenos vecinos (Bad Neighbors, 2014). El éxito y el -tal vez inesperado- visto bueno de la crítica logró que llegue a nuestras pantallas una secuela: Buenos vecinos 2 (Neighbors 2: Sorority Rising, 2016).
El elenco original repite roles y esta vez los Radner (Seth Rogen y Rose Byrne) arman equipo con Teddy Sanders (Zac Efron) para enfrentar una nueva amenaza con tintes de déjà vu: Una fraternidad de chicas se muda a la antigua casa que solía ser de Sanders y su pandilla. Ahora Mac Y Kelly Radner tienen una hija y están pleno movimiento hacia la adultez, con una hija pequeña y otro bebé en camino, por lo cual deben vender su casa antes de que los nuevos compradores se den cuenta de la amenaza que los espera medianera de por medio.
Si bien cuenta con una estructura que prácticamente calca a la original pero todo avanzando a los tropezones, la narración pierde la sorpresa y el desenfado de la primera entrega. El agregado de Chloe Grace Moretz como la cabecilla de la fraternidad de chicas es un tanto confuso y esta vez el guión no ayuda a una actriz talentosa a dar en el clavo con un rol cómico, como si supo hacerlo anteriormente con Efron.
Tan rápido pasa todo que incluso los cameos de Lisa Kudrow, Kelsey Grammer y la estrella Pop Selena Gómez pasan sin dejar rastro alguno. Lo atolondrado del montaje no ayuda para nada a una trama que deja de lado los chistes escatológicos sólo para reemplazarlos con situaciones exacerbadas e incluso caricaturescas en el sentido más literal imaginable.
La primer entrega no dejaba de ser otro producto de entretenimiento hecho y derecho, pero aún así lograba sacar provecho del dilema de personajes que querían ser jóvenes y se encontraban ante la necesidad de volverse adultos. En esta ocasión los adultos ya son adultos y los jóvenes quieren seguir siendo jóvenes, no hay mucho espacio para una crisis o ruptura del status quo. Incluso el film intenta teorizar sobre eso que denomina “la crisis del cuarto de edad”, porque parece que ahora los 25 años son la edad que determina el éxito o el fracaso (¿?)… Si, la crísis de la mediana edad ya es algo fuera de moda. Una inquietante línea ideológica.
La película intenta un par de giros dramáticos para mantener al expectador interesado, en medio de una sublectura que juega con el sexismo invertido y una sobrecarga de chistes racistas, mientras el concepto original se pierde en la nebulosa, desaprovechando un reparto que ha demostrado anteriormente estar a la altura y sólo nos queda otra pasatista comedia de humor post-moderno vacía.