La hermandad de las chicas díscolas
Seth Rogen y Zac Efron afirman su dúo en esta comedia de humor escatológico y buenas lecturas de la inmadurez generacional.
Más escatológica, paródica y cínica que su antecesora, Buenos vecinos 2 encuentra los recursos humorísticos y sociológicos para mantener viva una saga anárquicamente estudiada. Es cierto, pierde algo de frescura el dislate de Nicholas Stoller, coautor y director, pero supera esa valla inevitable con un juego cruzado entre estereotipos y bromas pesadas no aptas para todo público.
Construida en mundo paralelo, cosificado en las distintas etapas de una juventud que avanza y expira para todos aunque la pretendan eterna, la excusa vuelve a ser el barrio. Mac y Kelly (Seth Rogen y Rose Byrne) todavía habitan esa casa que fuera acosada por sus vecinos fiesteros, y con una primera escena de sexo o algo parecido ya plantan el tono de la película. Desopilante. Ella está nuevamente embarazada, acaban de comprar una casa y de reservar la suya para otra pareja que va a estudiar su vivienda y entorno durante 30 días para sellar la operación. Obviamente, tendrán problemas.
Ya no existe la fraternidad liderada por Teddy (Zac Efron). Ahora es el turno de una particular hermandad de mujeres, un grupo de chicas que no encaja en el molde de mujer objeto, y que tiene como líder a Shelby (Chloë Grace Moretz). Les gusta fumar marihuana, tomar decisiones de manera democrática y sobre todo, están hartas del sexismo. Del sexismo contra ellas, claro. Con ayuda de Teddy, la hermandad de Kappa Nu se instala justamente en la gran casa de al lado, y comienza entonces otra clase de batalla, con las chicas dispuestas a todo, y con Teddy cambiando de bando rápidamente. Por cuestión de edad, dicen.
Hay un juego generacional bien trazado. Tres edades, las flamantes universitarias feministas, los de veintipico, y los padres jóvenes todavía, que dudan todo el tiempo sobre sus atributos de padres. Y hacen bien. Mostrar los abismos que los separan y las ridiculeces que los unen es otro logro del filme. Stoller, con su humor y una ácida crítica sobre cuestiones de género, compone otro contagioso descontrol en un escenario, un mundo, de inmadurez cada vez más asumida.