Otra secuela. La primera tenía lo suyo: la confrontación entre el recién padre de familia Seth Rogen y el universitario fiestero Zac Efron implicaba también una reflexión sobre qué es la juventud y qué significa que el tiempo pase, que uno madure. Y los ribetes de casi comedia negra ayudaban. Aquí se repite el esquema: la pareja se muda a una nueva casa, y al lado viene a instalarse otra “casa descontrolada”, salvo que de chicas. Los intentos fracasan y hay que llamar al viejo enemigo para lograr vencer la amenaza. Si la anterior era sobre el tiempo, esta película es sobre los géneros, los mitos de lo masculino y lo femenino y, sobre todo, el desplazamiento de la mujer en casi todos los órdenes. Claro que todos estos temas aparecen en segundo plano (bien), detrás de la catarata de gags que corresponde a un film de intención cómica. Algunos funcionan mejor que otros, pero en general no carecen de inteligencia ni -clave- oportunidad. Los actores comprenden que la farsa no es un trabajo sencillo y hacen lo suyo perfectamente.