Se estrena la secuela de la comedia del 2014, nuevamente protagonizada por Seth Rogen, Rose Byrne y Zac Efron, con la incorporación de Chloë-Grace Moretz. Efectiva, pero menos ingeniosa.
Hay pocas cosas más forzadas que la secuela de una comedia. Difícilmente una segunda parte pueda superar, en estos casos, a su predecesora.A diferencia de las obras más épicas, como las de super héroes o similares, acá –salvo rarísimas excepciones- no hay un universo capaz de expandir y profundizarse. Por el contrario, en general, se apela a repetir la fórmula y los resultados terminan siendo decepcionantes. Cuando no está la novedad, lo único que queda es un producto a medias, y su calidad se mide únicamente por su efectividad, en vez de su ingenio.
Es el caso de Buenos vecinos 2. Innecesaria por donde se la mire, el nuevo capítulo de la “saga” creada por Andrew Jay Cohen y Brendan O´Brien, tiene poco para ofrecer, más que algunos gags, sinceramente divertidos. Los protagonistas son otra vez Mac y Kelly Radner –Rogen y Byrne-, un matrimonio con una pequeña hija y otra en camino. Esto provoca que quieran vender su casa, aunque en vez de hacerlo directo, la tienen en reserva por 30 días. Ni bien comienza el periodo de prueba con el matrimonio comprador, deberán enfrentarse con un problema. Sus próximos vecinos, ya no son una fraternidad de hombres, sino una de mujeres, encabezada por Shelby –Grace Moretz- que cansada de los abusos misóginos dentro de las universidades, quiénes dictaminan que solo los hombres pueden tener fraternidades, decide crear la propia junto a dos amigas, fuera del ámbito universitario.
Ningún film es ajeno a su contexto político y en medio de una disputa presidencial, donde Hillary Clinton, podría convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos, no parece casual que el film tome una impronta “feminista”, o por el contrario satirice el carácter machista de las instituciones, la propia industria hollywoodense y la mirada femenina per sé que se está desarrollando en el país. Sin embargo, si el arranque es políticamente incorrecto, el mensaje final de la película termina siendo demasiado conservador.
En la primera parte, la madurez y la búsqueda de empleo, eran el tema central. Acá también es importante, pero en menor medida. Teddy –Zac Efron- sigue buscando el rumbo de su vida. Su convivencia con Pete se ve interrumpida, cuando este decide casarse con su novio, por lo tanto, también se queda sin casa. El film nunca profundiza en los conflictos de Teddy, pero el personaje termina siendo fundamental para guiar a Shelby y sus amigas, a la hora de organizar las fiestas de la nueva fraternidad, que les permitirán pagar el alquiler.
Si bien su mensaje es demasiado conservador y moralista para sus pretensiones iniciales, hay que conceder que los gags, en su mayoría funcionan, no tanto por ingenio o creatividad, sino por el talento de su elenco, excepto por Grace Moretz, que está bastante sobreactuada. Sobreabundan los chistes sobre marihuana, juguetes sexuales y vómitos. No todos son efectivos.