La comedia zafada ya cansa. Los mismos chistes, los mismos personajes sacados, las mismas situaciones desorbitadas. Irreverencias de estudiantina, humor escatológico, largos parlamentos, lenguaje tribunero, sexo suburbano, mucho bobo, mucho torpe y sobredosis de exageraciones. Cuesta encontrar una línea de dialogo rescatable, un gag que haga reír, un personaje chispeante. Todo lo que se ve ya se vio. Y los filmes sobre estudiantes pasados de rosca, ya fueron. Pasó. Cuenta la historia de una pareja con una hijita que verá alterada su vida cuando se muda al barrio el líder de una fraternidad estudiantil que organiza fiestas descomunales. ¿Cómo sacárselo de encima? Drogas, condones, groserías varias amenizan un filme que también enseña que los hogares, sin barullos ni amenazas, pueden aburrirse. El reencuentro al final de esos dos vecinos peleados a muerte, demostrará que la cosa esta en el término medio: ni tan zarpado ni tan correcto, ni tan vago ni tan hogareño. Y que siempre habrá lugar (¿en el barrio y en el país?) para los vecinos raros.