¿El pasto es más verde del otro lado de la cerca?
Nicholas Stoller (The Five-Year Engagement, 2012) vuelve a recalar en el universo de jóvenes adultos en etapa de transición con Buenos vecinos (Neighbors, 2014). Mac y Kelly Radner (Seth Rogen y Rose Byrne) son padres primerizos que experimentan de primera mano los pormenores del descontrol juvenil cuando la fraternidad Delta Psi Beta -esos clubes sociales de los que forman los estudiantes universitarios yanquis- se convierten en sus nuevos vecinos, y la relación entre dichas partes se dirija hacia un camino sin retorno de “vos me hacés una, ¡yo te hago otra peor!”.
Si bien por momentos la película maneja un humor que juguetea al límite de lo escatológico –pero políticamente correcto tratándose de un lanzamiento comercial- y abundan los guiños a las drogas blandas, los órganos reproductores masculinos y las mamas en etapa de lactancia, dichas cuestiones están lo suficientemente bien distribuidas a través de las escenas para evitar caer constantemente en el chiste fácil o el golpe de efecto. Cada shot de tequila y cada momento de descontrol busca hacer avanzar la historia más que servir como gag inconexo y autoindulgente.
A pesar de un primer acto un tanto básico, conforme avanza la trama en clave “jóvenes vecinos fiesteros universitarios” versus “padres primerizos típicos de clase media yanqui”, la interacción entre los personajes se va aceitando a fuerza de ingesta de sustancias y bebidas blancas, escenas de la vida joven matrimonial y una dosis bien regulada de slapstick.
Zac Efron se luce como Teddy Sanders -el líder de la fraternidad- un fiestero fuera de control en pie de guerra contra Mac Radner, ese típico post-adolescente que no termina de hacer pie en la adultez que tan natural le sale a Rogen, vale recordar a su personaje auto paródico de Este es el fin (This Is The End, 2013). Los mejores momentos de ambos actores suceden cuando comparten escena, sacándose brillo y explotando cualidades que podemos haberles visto en papeles previos pero que saben manejan de forma efectiva. Rose Byrne también sale airosa de su incursión en el terreno cómico.
Y cuando todos pensamos que el quid de la cuestión girará entorno a dos facciones enfrentadas que no logran convivir en armonía intercambiando palo y palo, la película se toma sus momentos para desarrollar algunas reflexiones sobre los alcances de ser joven e irresponsable, asumir el rol de adulto y saber disfrutar en la medida justa aquellas cosas que se nos presentan en las diferentes etapas que nos toca vivir. Sumémosle un poroto a Nicholas Stoller, quién podría haber hecho una comedia pasatista hecha y derecha para vender butacas y pochoclo –que seguramente venderá de todos modos- pero también parece haber querido que el espectador abandone la sala con un poquito más en la cabeza que ruido de fiesta y olor a cigarrillo. Bien vale su intento.