Que se puede decir que no se haya dicho de este tipo de producción cinematográfica que no caiga en la misma dificultad que plantea el producto, la repetición hasta el hartazgo de escenas y gags, y establecer una constante que intenta instalarlo dentro del género de la comedia políticamente incorrecta.
Pero que falla en todo lo referente al guión, a las actuaciones, principalmente al discurso moralizante que instala, pero no ocurre lo mismo en lo que respecta a la manufactura de la película, situación que por si sola no transforma en nada el resultado final.
Dicho de otro modo, el filme esta bien contado, respecta a rajatabla el sistema de construcción del cine de Hollywood; los tiempos narrativos son correctos, pero su contenido no solo es vacuo, es burdo, chamaco y extremadamente predecible.
La historia se centra en una pareja joven de clase media que vive en un barrio de los suburbios de una gran ciudad, tienen una hija que les ha cambiado la vida, como ocurre con todo primer hijo, que trastoca irreversiblemente las prioridades de las personas.
Ya desde la primera escena, donde la intención es presentar a la pareja, los Radner, Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne), cae en querer transformar en simpática una situación que de por si está más en el orden de la estupidez que de la irrealidad.
Nada sabemos de ellos, pero nos los exhiben intentando mantener una relación sexual en un ámbito que, según ellos mismos expresan, no es el ámbito habitual, pero están siendo observados (ahí el filme cae en su primer lugar común) por su propia hija sentada en un andador, una bebe de alrededor de un año de edad, entonces la giran para que no los vea, ¡Que gracioso!
Esta familia verá alterada la supuesta armonía del hogar cuando llega al vecindario una hermandad estudiantil, lo que siempre fue mostrado por el cine de esos lares, como un gran catalogo de especimenes iconos de la estupidez humana, casi descerebrada, con la sola finalidad de producir algo que se asemeja al humor, pero no lo es.
Estos referentes de la pavada tienen como sola intención el realizar fiestas alocadas para quedar en los anales de la historia de esa hermandad, lo que incomodará sobremanera a la pareja feliz
A partir de ese momento estarán enfrentados a Teddy Sanders (Zac Efron), el líder del grupo estudiantil, y los problemas de convivencia y la lucha por demostrar quien tiene más poder se sucederán de manera irremediable, no por eso contada con acciones y escenas que tengan alguna chispa de originalidad.
En esta fallida comedia todo lo que se impone es ver la indefectible decadencia del género por parte de la factoría hollywoodense, la que apela al simple muestreo de imágenes sin sentido narrativo, con sexo, droga y rock and roll muy mal emplazados, por momento con representaciones visuales escatológicas sin justificación alguna (como un bebe que se lleva a la boca un profiláctico): espere un poquito, no puedo seguir, recuerdo la escena y me destornillo de risa.
Vuelvo. Diálogos del mismo orden donde las palabras pene, culo, teta por si solas debieran llevar al espectador a revolcarse en su butaca por lo hilarante.
Y todo por el estilo.
Tampoco ayudan demasiado las actuaciones, hasta podría decirse, salvaguardando las responsabilidades de los intérpretes. Los personajes están poco desarrollados, y mal construido: Zac Efron intentando ser comediante, Seth Rogen con el rostro de siempre sin el más mínimo intento de demostrar algo del orden de lo expresivo histriónico, sólo Rose Byrne se salva del incendio, más por sus condiciones de buena actriz que por el papel que le toco interpretar.
A todo esto se suma un final con discurso moralista que ni Bergoglio se lo cree.
Lo dicho, tonto, previsible, sin humor, sólo cuestiones groseras, por ende aburrido.