Buenos vecinos

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

La comedia es infinita
Por Mex Faliero
(@mexfaliero)
neighbors unoDe Nicholas Stoller, por estas tierras, apenas se habían estrenado en salas tres películas guionadas por él. Pero Cómo sobrevivir a mi ex, Misión rockstar y Eternamente comprometidos, aquellas en las que tomó el rol de director, habían ido directo al dvd. Hasta ahora, una de las mejores voces de la comedia norteamericana actual era apenas un comentario en el submundo de la distribución internacional de cine. Sin embargo, gracias a la presencia del notable Seth Rogen, es que con Buenos vecinos el gran público puede acercarse al encantatorio universo cómico de este tipo que, al igual que Paul Feig (Damas en guerra), transita territorios más o menos conocidos para asestar una catarata de chistes de todo tipo y calibre, y encontrarle esa vuelta de tuerca necesaria para hacer de lo revulsivo algo novedoso.
Si anteriormente Stoller había trabajado la comedia romántica con esmero (sobre todo en la excelente Eternamente comprometidos) y había aportado su cuota de salvajismo con la potente Misión rockstar, es aquí donde concibe su relato más complejo al tener que reelaborar un subgénero más que trillado y plagado de estereotipos nocivos como son las películas de fraternidades universitarias, y agregarle corazón y humanidad como para que el asunto no se termine cocinando en la mofa fácil. Se sabe: sexualidad, drogas, humor fálico, todo entra en el cóctel de las fraternidades; cóctel que mal mezclado, termina o en la vulgaridad por la vulgaridad misma o en la celebración de la misognia. Claro, Stoller y Rogen son tipos capaces de ir más allá. Y van.
Buenos vecinos, en verdad, transita dos subgéneros. Uno, el ya mencionado de las fraternidades universitarias, pero además el de la vida en los suburbios. Esa vida tranquila norteamericana, de casas con jardín y matrimonios con hijos simpáticos, que en un cine satírico como este ha orientado habitualmente hacia la comedia negra (en los 80’s hay algunos ejemplos para ver). Pero ahí donde la comedia podía caer en lugares comunes para ganarse fácilmente al espectador, el film tiene algunos giros sorprendentes que ponen patas para arriba las expectativas. Si hay algo valorable en Buenos vecinos, es que la película -híper concentrada en su conflicto central- construye personajes con vida y dimensiones. Ni los de la fraternidad son un colectivo de estupidez, ni los vecinos molestos con el ruido que hacen aquellos son la perversión andante; hay, en ambos bandos, fiereza para defender su postura, honestidad para esgrimir sus puntos de vista, y a la vez una melancolía por aquellos tiempos que se fueron o que están por irse cuando el conflicto real de la película es el invariable paso del tiempo y aquellas cosas que nos sometemos -o no- a hacer por su culpa.
Si algo bueno viene demostrando la comedia norteamericana actual (hablamos de las buenas, que de las otras hay y a montones), es que se puede permitir plantear este tipo de asuntos y no por eso perder el humor. Buenos vecinos es un ejemplo cabal de cómo una comedia puede ser efectiva de punta a punta, sacando a relucir un arsenal de chistes para todos los gustos: hay ordinariez, hay diálogos filosos, hay humor físico brutal y sorpresivo, hay inteligencia, hay referencias culturales que construyen miradas, como aquel diálogo sobre Batman que luego se replica sobre el final en una secuencia memorable. Es, en un sentido estrictamente humorístico, un verdadero festín.
Y ahí cabe otra vez más la mano del director. Stoller sabe trabajar alrededor de la estrella (antes Jason Segel o Jonah Hill, aquí Rogen) y construirle un universo que le sienta cómodo, a la vez que explora nuevas posibilidades. Si Rogen a veces cae en cierto machismo involuntario, el director lo trabaja para que su protagonismo se mengue en pos de la pluralidad de voces. Ahí ingresa el talento de Rose Byrne para elaborar al lado del protagonista un personaje tanto o más perverso que los otros, pero escondido en sus modismos de buena gente, y Zac Efron para sorprender con la osadía lejana del carilindo que venía trazando hasta el momento. En una última instancia, la película es también el estudio de un grupo de gente que sabe de comedia, que la piensa en un sentido político y generacional, aludiendo no inocentemente en su matrimonio protagonista a la idea de que ya estamos viejos para algunas monigotadas, pero qué bien la pasamos mientras las hacemos. Precisamente eso: qué bien se la pasa viendo Buenos vecinos.