En su faceta como guionista, Nicholas Stoller ha sido parte de un proyecto brillante (The Muppets), de otros aceptables (Fun with Dick and Jane, Yes Man) y de alguno muy pobre (Gulliver's Travels), sin embargo en su trabajo como director el hombre sembró una breve pero lograda filmografía que con Neighbors está lista para darle todos sus frutos. Con costos de producción moderados, no le fue difícil a Forgetting Sarah Marshall, Get Him to the Greek y The Five-Year Engagement superar esas cifras en la taquilla mundial, no obstante ninguna puede considerarse un verdadero éxito y la última estuvo más cerca del fracaso. Su comedia más reciente, por el contrario, tuvo el presupuesto más bajo de toda su carrera y a esta altura del partido –queda por estrenarse en varios territorios- ya ha generado más del doble que su film más recaudador.
El dinero no es todo, claramente, pero con un film valorado por la crítica y apreciado por el público, las puertas para el realizador deberían abrirse más fácilmente. No es casual que sea Seth Rogen el protagonista de una película que, conociendo a Stoller, pudo haber encabezado Jason Segel. Sin nada que objetar al segundo –en verdad es uno de mis rostros favoritos dentro de la lista de figuras que catapultó Judd Apatow-, es innegable que el primero es la cara más conocida y exitosa dentro del ámbito de la llamada Nueva Comedia Americana y su nombre se ha vuelto una suerte de garantía de calidad.
En este caso en particular, se trata de un film cuyo éxito de taquilla y críticas está justificado. A diferencia de todas las películas que ponen en escena un perpetuo enfrentamiento con una fraternidad, Neighbors tiene el buen tino de enfocarse una y otra vez tanto en las víctimas como en los victimarios. No solo pone el acento en la pareja adulta que acaba de tener un bebé y aún quiere aferrarse a su costado juvenil, sino que humaniza a ese grupo de estereotipos ambulantes dedicados al alcohol, las fiestas y las novatadas. Puertas adentro hay quienes demuestran sus problemas, inseguridades y debilidades, lo que ayuda a generar empatía con un público capaz de entender las motivaciones de uno y otro. No hay una visión de túnel para acercarnos a Zac Efron –en una de las mejores interpretaciones de su carrera-, a simple vista el típico líder del grupo, y a su segundo al mando Dave Franco, los dos muestran varios matices que los perfilan no solo como los salvajes de la casa de al lado, sino que como chicos cuyas preocupaciones exceden la guerra con sus vecinos.
Del mismo modo, los personajes que interpretan Seth Rogen y Rose Byrne no son el clásico matrimonio víctima de las circunstancias. Aún son jóvenes, quieren algo más de emoción en sus vidas y, en reiteradas oportunidades, son ellos los que incitan la batalla con los de la fraternidad. Ahí reside el otro punto a favor del guión de Andrew J. Cohen y Brendan O'Brien, productores de films destacados como Funny People y Virgen a los 40, el proponer a un grupo de adolescentes en camino a la madurez y a una pareja de adultos que no quieren aceptar del todo que sus vidas ya no son las de antes. La amistad masculina y las historias coming of age han sido aspectos fundacionales de la comedia de la generación Apatow y cada vez se los trata mejor, con cualquier locura que se le pueda ocurrir a la banda pero con esos elementos en el centro de gravedad.
Además de estas cuestiones que favorecen el panorama general, no hay que olvidar que Neighbors es una comedia y como tal es sumamente divertida, en ocasiones hilarante. A días de la llegada de A Million Ways to Die in the West, cuyos recursos para hacer reír eran bastante limitados, esta encuentra el humor en todo tipo de situaciones, con un timing notable y con un excelente manejo de los ritmos, capaz de ser dinámica cuando necesita serlo o levantar el pie del acelerador cuando corresponda, pero sin que esos altibajos obligados la afecten. Como la otra, también es una comedia no apta para todo público, pero por el hecho de tener esa calificación no se sienten autorizados a mostrar cualquier tipo de exceso en cámara en pos de un humor efectista. Los diálogos, gags y comedia física que se proponen bastan y sobran. El objetivo es divertir y se lo logra con creces, esté la cámara dentro de una casa o de la otra. Es, en resumidas cuentas, el gran acierto que Stoller necesitaba para una carrera que ya se destacaba, el cual le permite ubicarse dentro del selecto grupo de los grandes realizadores de producciones del género en la actualidad.