Bumblebee

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

No soy enemigo de la saga de los Transformers, a pesar de que la mayoría de la crítica la detesta. Los primeros tres filmes fueron una orgía de destrucción sin precedentes en la historia del cine con secuencias que te dejaban la boca abierta y que mas de uno copió (desde Los Vengadores hasta San Andreas). La historia era un pastiche pero eso era lo de menos – por eso a algunas le pusimos 5 atómicos, no porque fueran buenas sino porque eran tan magníficamente prepotentes y ridículas que era imposible no divertirse con ellas -. Después la ambición llevó a resucitar la franquicia con el tipo mas aburrido e inoperante del planeta (Mark Wahlberg) y todo se vino abajo. Aburrida, detestable, rebuscada, ridícula, la última película era una cosa intragable (a los quince minutos la corté en seco y la saqué del reproductor de DVD) hasta el punto que los mas fanáticos de la franquicia terminaron por soltarle la mano. Y cuando la saga parecía muerta. Michael Bay – que no tiene un pelo de tonto – decidió dar un paso al costado y hacer la gran Tom Cruise, llamando a un tipo del mundo de la animación (Travis Knight, de la excelente Kubo y la Búsqueda del Samurai) para darle el mando e inyectarle una bocanada de aire fresco a la serie. El resultado es, por lejos, la mejor película de toda la franquicia, no porque destruya cosas de manera creativa sino porque tiene onda, historia sólida y un corazón enorme. Es un viaje en el tiempo a nuestra infancia y a la época donde se filmó el mejor cine: los dorados años 80.

Los años 80 son los nuevos años 50 en la nostalgia millennial de los norteamericanos. Ya sea por la música, los filmes, los últimos (y peligrosos) estertores de la Guerra Fría, la inocencia aún no perdida de una juventud en ciernes y la frescura de la originalidad artística – no la cultura de la superficialidad, remakes y reciclamientos eternos de historias, el cinismo y el aislamiento social que prolifera en los tiempos actuales -. Es la era de oro de las comedias adolescentes de John Hughes pero también el momento de esplendor de Steven Spielberg, experto en fantasías infantiles y permanente Peter Pan del cine. Bumblebee tiene mucho de filme spielberiano – de esos barrios suburbanos idílicos habitados por adolescentes aventureros – pero mucho también de Hughes – de chicos con el corazón destrozado por una dolorosa pérdida, de comunicación cortada entre padres e hijos, de esa urgencia no satisfecha de sanar cicatrices emocionales -, cosa que Knight combina a la perfección. No es difícil reemplazar al gigantesco, torpe y tierno robot amarillo por E.T. el extraterrestre, el Gigante de Hierro, Número 5, el alienígena amable de Starman y hasta el horrible engendro de Mi Amigo Mac. Los adolescentes quebrados por una profunda pena merecen grandes amigos y mejor si son inusuales. Y si en la era Bay todo era destrucción creativa y banalidad dramática, acá tenemos una historia de amistad profunda y emotiva. El robot amarillo es un ladrón de escenas constante, ya que es manso como un cachorro o feroz como un samurai desquiciado, y su mal entendimiento de las órdenes que le da su compañera humana da lugar a las secuencias mas graciosas de la película. Pero es Hailee Steinfeld el corazón del filme: es una adolescente con actitud, una que no ha podido resolver el duelo por la muerte de su padre, que tiene un padrastro al cual considera un impostor (aunque sea un buen tipo), que no se entiende con su madre (sobre todo, por la velocidad con que ha recompuesto su vida), y que tiene un empleo de porquería en un parque de diversiones en donde las malcriadas de la escuela van a basurearla. Fierrera de alma – con su padre arreglaban autos juntos -, desea un coche a toda costa (ese ideal norteamericano de que el auto significa libertad e independencia) y termina encontrándolo sin querer en el desarmadero de su tío. Lo que no sabe es que ese vetusto VW Escarabajo amarillo que ha trasteado es la versión alienígena de Herbie, miembro de una raza de robots vivientes que pelea por la supervivencia de su planeta contra una facción sanguinaria conocida como los Decepticons y que ahora, seriamente dañado, ha llegado huyendo hasta la Tierra, embarcado en una hibernación de urgencia mientras comienza un lento proceso de autorreparación… hasta que la Steinfeld lo encuentra.

Todo lo que sigue es sumamente previsible, pero no por eso deja de ser delicioso y hasta emocionante. Porque Bumblebee se basa en personajes y en drama humano mas que en destrucción masiva. El robot malherido es la figura paternal que la adolescente precisaba, y su sentimiento de compasión y protección es la medicina que su corazón clamaba a gritos en este momento.

Todo esto no sólo funciona porque la Steinfeld es una actriz de la hostia que desborda carisma y se hace con el personaje hasta el punto de que uno termina por adorarla, sino porque Knight matiza todo con una formidable dosis de nostalgia, comenzando por la exquisita banda sonora ochentosa que tiene desde A-ha hasta el himno Don’t You Forget About Me de Simple Minds (de The Breakfast Club, filme que Bumblebee adora), y siguiendo por la puesta en escena, la moda, los autos, la estética. Pero Steinfeld es la pieza mas importante de toda esta maquinaria, y el 80% del filme está dedicado a ella y a su relación con el robot amarillo, una decisión herética considerando los antecedentes de Michael Bay. Pero curiosamente eso es lo que la saga precisaba, y es el as ganador de Bumblebee, porque estos personajes importan y se ven reales, auténticos y uno puja por ellos. Knight no escatima la masacre y la destrucción masiva, pero acá todo está reducido a tres robots (uno bueno y dos malos), y hay un tufillo a duelo western (tipo A la Hora Señalada) flotando en el ambiente, en donde el héroe deberá enfrentarse en soledad a los pistoleros que han venido – desde millones de kilómetros – a matarlo.

Bumblebee es una magnífica precuela de la franquicia de Michael Bay, pero odiaría que todo esto terminara en una sola entrega. La Steinfeld es tan formidable que uno clama por su regreso, aún cuando eso se lleve de los pelos con la lógica de su drama personal (que queda superado al final del filme). Por la excelsa química entre una magnifica actriz joven y un ser inexistente hecho en CGI (y que la chica debe imaginar, mérito aún mayor para su perfomance) que destila humanidad y cariño (y es donde se ve la mano de Knight, que viene del mundo de la animación), Bumblebee es una película formidable, un espectáculo familiar super recomendable y un soft reset fresco y ambicioso de la franquicia, en donde menos es mas y el resultado queda a la vista.