Bumblebee

Crítica de Alejandro Turdó - EscribiendoCine

Amigo de fierro

Contra todos los pronósticos y después de cinco películas -en escala claramente descendente- parecería que la franquicia cinematógrafica de Transformers aún tiene algo de energía corriendo por sus placas y circuitos. Luego del último traspié con Transformers: El último caballero (Transformers: The Last Knight, 2017) Michael Bay dejó libre la silla de director de la saga y trajo al prometedor Travis Knight (Kubo y la búsqueda del samurai, 2016) para hacerse cargo de Bumblebee (2018) el primer spin-off de los guerreros robóticos con el personaje del título como protagonista.

Pero no es sólo un spin-off, también se trata de una precuela. Ambientada en el año 1987, la historia comienza cuando Optimus Prime, líder de los Autobots, envía a Bumblebee a la Tierra en busca de un refugio para los suyos, ante el inminente ataque de los malvados Decepticons. Tras un arrivo con no pocas complicaciones, Bumblebee sufre un daño severo en su dispositivo del habla y pierde la memoria, pero logra asimilar la forma de un viejo “escarabajo” amarillo Volkswagen y se esconde en un cementerio de autos viejos de un pueblito californiano. La joven Charlie (Hailee Steinfeld) se vuelve la inesperada dueña del auto, un regalo inesperado por su cumpleaños número 18. Por supuesto al descubrir la verdadera naturaleza del vehículo empezará al forjar un vínculo particular con el robot alineígena, quien debe protegerse tanto de amenazas externas como terrestres, mientras evita una invasión a gran escala.

El marco temporal del relato abre el juego a varios homenajes, con el cine de Steven Spielberg y John Hughes de la época dentro de las influencias más fuertes, sumando una banda sonora que exprime cada melodía pegadiza del período al máximo. La chica común maltratada por las populares, el vecino tímido, los suburbios norteamericanos donde los chicos se meten en líos ignorados por los adultos y demás tropos clásicos del cine de los 80s. Todas cuestiones que conforman la identidad del film.

Probablemente lo más polémico a nivel casting haya sido la creación de dos nuevos decepticons (Shatter y Dropkick) especialmente para la película, considerando la infinidad de personajes que componen el universo Transformers. Steinfield aprueba con buena nota, especialmente en esa siempre difícil tarea de interactuar con un personaje 100% CGI, hecho por computadora. Gracias a sus roles en Mi vida a los diecisiete (The Edge of Seventeen, 2017) y la saga de Ritmo perfecto, parece canalizar sin problemas el espíritu adolescente, independientemente de la época. Al mismo tiempo se convirtió en la primer protagonista femenina de una saga conocida por su poco disimulado machismo, duplica puntaje!

Con mucho menos drama humano, sexismo gratuito, testosterona, explosiones y toda esa parafernalia marca Bay, la más reciente entrega de la saga se acerca como nunca antes al espíritu original de la serie animada de los ochentas. El vínculo humano/máquina le da un toque personal que apenas vislumbramos en Transformers (2007), en un marco mucho menor que los films previos que permite otro tipo de acercamiento a los personajes. Con un acto final que cumple la doble de función de unificar la trama con las entradas previas y dejar la puerta abierta para más capítulos de esta micro historia, mientras desnuda uno de los momentos más sutiles de “friendzone” que el cine ha entregado en los últimos años.

Si bien está lejos de ser un film que llegó para romper esquemas y paradigmas, Bumblebee aprovecha lo bajo que había quedado la vara tras las últimas secuelas de la saga para entregarnos una historia con corazón, que demuestra que no siempre se necesitan grandes explosiones (o al menos no TAN grandes) ni interminables escenas de batalla en medio de una urbe para mover la aguja de la taquilla.