Una hija adolescente e inesperada
Hace rato que Raoul Bova ha probado ser algo más que el galán sexy que, a los 43 años, sigue de moda en Italia. Ahora, ensaya la comedia en un papel a su medida: el de Andrea, un casi cuarentón coqueto y frívolo que disfruta de su pinta, de su soltería y de sus amoríos, preferentemente fugaces. Oportunidades le sobran; trabaja para una agencia de publicidad como experto en filtrar marcas comerciales en producciones de cine o TV; vive solo, o mejor: en compañía de un amigo desocupado, pero leal y respetuoso del papel (secundario) que le toca en el reparto de roles. La buena vida, pura libertad y pocos compromisos, va viento en popa para Andrea, hasta el día en que Layla, una jovencita de 17 años, irrumpe en su casa y dice ser su hija: una de la que nunca tuvo noticias y fue fruto de un encuentro juvenil y pasajero. La chica ha perdido a la madre hace poco, pero le quedó el diario íntimo de la fallecida en el que figura su historia y la identidad del que repentinamente deberá ahora asumir la condición de padre. El ADN confirma que el mundo de Andrea se llenará de complicaciones porque además Layla no llegó sola, sino con su abuelo materno, un veterano y estrafalario ex rockero, sonámbulo y a veces bastante sabio.
Como podrá imaginarse, a partir de ahí, todo se alborota en torno a Andrea y no sólo por las inesperadas visitas y por los conflictos que se generarán entre padre e hija. Tragicómicas situaciones irán sucediéndose -algunas, con pizcas de sentimentalismo- aportando escasas sorpresas y una más bien exigua dosis de humor, aunque a los personajes -en especial los secundarios, entre los que, claro, también figura una bella profesora que influirá en la conducta del protagonista y lo hará madurar- no les falta cierta simpatía. Debe reconocerse que el film ahorra vulgaridades a la hora de hacer reír, pero de todos modos lo que ofrece -una historia liviana, previsible y generosa en clichés, esporádicos chistes, algunos giros emotivos, alusiones a Kubrick, Moretti, Spielberg y Richard Gere o a las publicidades introducidas en unos cuantos films famosos- parece poco para llegar a echar, como pretende, un soplo refrescante sobre la comedia italiana.