Burma VJ

Crítica de Carlos Herrera - El rincón del cinéfilo

Dentro del ciclo “El documental del mes”, del que ya se ha informado su mecanismo, se proyecta durante diciembre el largometraje documental que en danés, su idioma original, lleva por título con traducción literal “Burma VJ. Reportando desde un país cerrado”, más acertado que la traducción que se hiciera al español que ha quedado como “Burma VJ. Noticias de un país aislado”.

Y la consideración de que el título original es más adecuado se explica porque la trama principal presenta un hecho político muy conocido que ya ha dejado de ser “noticia” para convertirse en ítem histórico, en lo que se centra el desarrollo del guión es en cómo se logró el mecanismo de transmisión (el reporter) de ese suceso. Además Birmania no es un país “aislado” porque cuenta con el apoyo del intercambio comercial con muchos países de los que China es el más importante.

El realizador Anders Østergaard es graduado en periodismo, por lo tanto conoce a fondo los métodos y códigos para capturar la información y enfocarla hacia un objetivo predeterminado; y su desarrollo laboral le ha dado un “training” profesional muy valioso a la hora de elaborar un documental.

En esta oportunidad se ve en pantalla una trama principal que consiste en revelar las terribles trabas que para ejercer su profesión tienen los periodistas birmanos con ideas opositoras al gobierno.

Joshua, nombre ficticio de un reportero, es la figura sobre la que giran todas las situaciones referidas a la imposibilidad de mostrar sucesos que el gobierno considere contrarios a sus intereses, por lo que todo debe hacerse dentro de un marco de riesgosa clandestinidad.

La conclusión, que supera al mensaje cinematográfico, es la comprobación de que en Birmania no existe en absoluto la libertad de prensa.

La única subtrama se trasfunde con la trama. En pantalla, y mediante los informes de los periodistas clandestinos, se ve la feroz represión a que fueron sometidos monjes y estudiantes que organizaron una revuelta a raíz de los abusivos aumentos en los combustibles que decretó sorpresivamente la dictadura militar que rige al país, y aquí el documental toma el carácter de denuncia sobre las violaciones a los Derechos Humanos en Birmania.

Østergaard pone imágenes cuidadosamente seleccionadas que impactan al espectador, y también ha reconstruido algunas situaciones quizá para darle agilidad al desarrollo del guión para que no decaiga el ritmo ni el interés a lo largo de casi hora y media de proyección.

Este documental fue estrenado mundialmente en mayo de 2009 y obtuvo varios premios de organizaciones internacionales defensoras de los Derechos Humano. Además fue nominado al premio Oscar en el rubro de Mejor Documental.

Hasta noviembre de 2010 sus exhibiciones han recaudado una suma cercana a los 150.000 dólares que para un documental significa un buen recupero por taquilla.