Chofer, chofer, apure ese motor
Hace algunos años el director independiente inglés Scott Mann nos regalaba la interesante La competencia (The tournament, 2009), una película de acción cuyo mayor atractivo era contar como protagonista a Robert Carlyle jerarquizando el reparto y a Ving Rhames sugiriendo que probablemente se tratara de otra de esas realizaciones de bajo presupuesto que el morocho grandote suele rodar mientras le toca participar de alguna de la saga de Misión: Imposible. Y más allá de todo prejuicio, La competencia -una suerte de batalla de asesinos mercenarios en una sola locación con el objeto de reducir la mano de obra- resulta ser un entretenimiento de acción y suspenso digno de ser recordado con satisfacción.
Ahora y de la mano del mismo realizador llega Bus 657, un thriller con varias referencias de clásicos del género. Mucho de eso hay y hasta sobra en elementos a los cuales citar; podemos recordar a Máxima velocidad (1994) de Jan de Bont con Keanu Reeves y Sandra Bullock tratando de evitar que un autobús explote en pleno viaje, a John Q (2002), con Denzel Washington tratando de salvar la vida de su hijo tomando rehenes en un hospital, y a cualquier otra en la que un criminal empatiza con su captor/a al punto que terminan trabajando juntos para minimizar el desastre. Y eso sin contar en las que Robert De Niro hace de mafioso. Pedacitos de películas emblemáticas colocados estratégicamente en esta historia que en definitiva no queda tan mal como rompecabezas.
En Bus 657 hablamos de Vaughn (Jeffrey Dean Morgan) que trabaja de croupier para Mr. Pope (De Niro), el afable e implacable dueño de un casino que es su orgullo y el imperio que pretende dar como herencia a su hija (Kate Bosworth). Cuando Vaughn -que también tiene otra hija- no puede postergar más el ocuparse de los problemas de salud de la pequeña, acude a su jefe para pedirle ayuda económica. Pope se niega de manera rotunda y sin otras alternativas, el hombre acepta la propuesta de Cox (Dave Bautista) de asaltar el casino con su banda, todos enmascarados a la tradicional usanza. Por supuesto, las cosas saldrán como nadie esperaba.
Hay que reconocer que más allá de los clichés del género que el espectador avezado detecta sin esfuerzo, la película funciona, mantiene la tensión y brinda alguna que otra sorpresa. Las escenas de acción están filmadas con pericia, los duros de siempre resultan creíbles. Gina Carano se siente cómoda en ese rol de policía recia que podría llevar el mismo nombre en todas las producciones en las que lo ha interpretado (de todos modos no quisiera que intente en un drama romántico para no tener que hablar de su conocimiento de los propios límites en la composición dramática), Bautista es la misma bomba a punto de explotar en segundos de siempre y Dean Morgan, ese clon de Javier Bardem hollywoodizado, dota de la sensibilidad necesaria a este padre atormentado. Es destacable que luego del increíble héroe/villano que hiciera en Watchmen: los vigilantes, el actor siga demostrando tanta solidez sin importar el mayor o menor esfuerzo que implique el desarrollo de su personaje. Y a De Niro no hay que pedirle nada a esta altura, mucho menos que se esfuerce en profundizar sus interpretaciones, cosa que quizás sería mejor que no intente para evitar el exceso de sus muecas habituales.
No obstante hay que agradecerle a este otro Mann -que por momentos parece discípulo de Michael- que se haya tomado el tiempo de dotar de cierta profundidad a los vínculos de sus personajes. Si algo separa en calidad a las producciones del género policial es la capacidad de sus realizadores para lograr que un disparo certero termine con alguien que de verdad le importe al espectador y eso se logra componiendo de la manera más detallada posible su background. Entonces tenemos padres separados con intereses comunes pero distintas formas de conseguirlos, padres e hijas con temas no resueltos entre ellos, agentes de la ley corruptos dispuestos a todo y otros apegados al reglamento pero con sensibilidad, sin dejar de mencionar a esos villanos que casi son malos porque sí y llenan la pantalla de pura bestialidad glorificada. Todo en 93 minutos, algo que los narradores devotos de las interminables historias de más de 180 debieran aprender.
El collage funciona, conmueve, entusiasma y saca sonrisas. También hay algo que parece otro intento por refritar ideas que funcionaron en los 90’s, pero eso no basta para descalificar un trabajo que intenta ser digno y preciso en sus intenciones.
En definitiva, quizás el Bus 657 no sea el mejor transporte que se pueda tomar: su carrocería es vieja y ha sufrido más de una modificación, sus pasajeros son los de siempre por lo que a estas alturas ya caen simpáticos, no se sabe hasta último momento si confiar en el chofer y es muy pero muy probable que no se detenga en la parada solicitada.
Y sin embargo, nada puede salir mal.