Miguel Rodríguez Arias ha cambiado buena parte de la historia de la TV cuando, allá por principios de los noventa, se despachaba con un gran trabajo de archivo en “Las patas de la mentira”. A partir de esa idea vimos infinidad de trabajos televisivos que usaron la base del formato para editar hasta las comas y transformar un chiste en un discurso político. Lo cierto es que el director innovó en un campo que no necesariamente era documental, pero sí formó parte fundamental del consciente colectivo. ¿Quién hubiera recordado si no lo de “dejar de robar por dos años” entre otras perlas?
Más de 20 años después se estrena “Buscadores de identidades robadas”. Sin eufemismos y con la misma minuciosidad, con la que buscó material de archivo, Miguel Rodríguez Arias aborda toda la historia de la creación del cuerpo de antropología forense que, al principio por los familiares de los desaparecidos y luego por entes oficiales, impulsó el objetivo de identificar a las personas que fueron secuestradas, torturadas y asesinadas durante la última dictadura.
Por suerte para el espectador toda esta información es entregada en orden cronológico y dentro del formato de entrevista-imágenes-material de archivo. Así nos enteramos de los comienzos en oficinas no más grandes que un cuartucho y la incorporación del antropólogo Clide Snow, quién luego formaría un equipo de excelencia para lo que vendría después. Los testimonios de quienes integran “el cardumen” (así llamados en los ochenta porque iban siempre en grupo) tienen la experiencia que da el conocimiento y el haber vivido todo en carne propia. Precisamente eso es lo que funciona en este documental.
Hay lugar también para establecer el punto de vista. El comienzo es directamente una declaración de principios. Los primeros segundos muestran imágenes de fosas, pozos y esqueletos paneados vertical u horizontalmente. Mientras el audio es la estremecedora declaración de Jorge Videla hablando de los desaparecidos.
Desde el punto de vista de la realización “Buscadores de identidades robadas” respeta a rajatabla el formato televisivo. En este punto no hay sorpresas, pero en definitiva estamos frente a un eslabón importante para revisar el pasado reciente.