Pixar se levanta de buen humor.
Un año después de ayudar al pez payaso Marlin (Albert Brooks) en la peligrosa búsqueda de su hijo Nemo (Alexander Gould), la olvidadiza Dory (Ellen DeGeneres) se reencontrará con una vieja y corrosiva duda… ¿quién fue su familia?.
Con vaguísimas pistas brindadas por su amnésica mente, los protagonistas se embarcarán en un viaje a las costas californianas para investigar un centro de investigación de vida marina en el que esperan tener suerte y hallar respuestas para la pececita azulada.
“¡Qué maravilla de película!”, fue lo que casi pensé en voz alta al finalizar esta genialidad animada titulada “Buscando a Dory”.
A pesar de haber tenido algunos tropezones en los últimos años, Disney P.I.X.A.R vuelve a ser sinónimo de calidad, ofreciéndonos un producto rápido e inteligente idóneo para todas las edades.
En esta ocasión el estudio se arriesga y decide llevar a cabo una secuela de “Buscando a Nemo” (2003), uno de sus clásicos mas respetados. Todos (y me incluyo) temíamos que la continuación solo sea una vaga excusa para seguir explotando personajes que, a pesar haber sido creados hace trece años, siguen estando igual de vigentes que siempre.
Por suerte nos cerraron la boca. La película mantiene la calidad de su predecesora, con excelentes chistes ubicados a la perfección y un guión que no deja ningún elemento fuera de lugar. Todo esta nivelado, nada sobra ni nada falta.
El cineasta Andrew Stanton, también director de la primera entrega, se encarga de la espectacular dirección de esta segunda parte junto a Angus MacLane. Ambos nos muestran un océano exquisitamente diseñado que cuenta con un trabajo artístico que nos hace sentir como si estuviésemos viendo un documental en Discovery Channel.
Sin duda, el diseño y personalidad de los personajes secundarios es otro de los condimentos fuertes del proyecto. Tenemos a Hank (Es O’Neill), un neurótico pulpo con especialidad en el camuflaje que hará una dupla divertidísima con la protagonista, a la ballena miope Destiny (Kaitlin Olson) y a Bailey (Ty Burrell), una beluga en plena recuperación.
La historia de la película es más que fluída, nos mantiene enganchados sin abusar de las referencias a la primera entrega. Las secuencias de planeación que tanto identifican a los personajes de este universo se mantienen y son el pegamento de un intenso e hilarante (aunque un poco extenso) climax que no tiene desperdicio alguno.
No tengo dudas que van a amar la banda sonora del compositor Thomas Newman, que captura la esencia del acuático mundo.
Me olvidaba mencionar al elemento que ya es tradición de la casa, el grosisimo corto telonero “Pipper”, una moraleja simple y perfectamente animada digna de una nominación futura.
Sin dudarlo, recomiendo al 100% esta secuela. Como fan exigente del cine animado les aseguro que no se van a arrepentir.
“Buscando a Dory” nos demuestra que las segundas partes no siempre son malas.