Navegando en la memoria
Hace años, los estudios Pixar lograron uno de sus mayores éxitos: Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003), la historia sobre un desesperado padre que, con la ayuda de un grupo de personajes diferentes entre sí, buscaba de manera urgente a su pequeño hijo perdido en la inmensidad del océano.
En ese universo imaginado, lleno de peces, pulpos, animales marinos y demás, una pequeña pez azul llamada Dory (Ellen DeGeneres), sorprendía por su falta de memoria, siendo aprovechada desde la estructura narrativa como uno de los puntos de conflicto y a la vez, uno de los personajes más recordados hasta la fecha. Por eso, ni lerdos ni perezosos, los estudios le encargaron a Andrew Stanton una suerte de secuela llamada Buscando a Dory (Finding Dory, 2016) en la que la olvidadiza sería el centro de una historia que emule el sentimentalismo de la primera entrega pero que además potencie todas las características que el film familiar poseía.
Así, Buscando a Dory se presenta como una historia -una vez más- de búsqueda, que en este caso será no sólo de alguien, sino también de una identidad necesaria para poder configurar el contexto y la situación de la protagonista. Los hechos suceden un año después de [#Pelicula,2953], con Dory conviviendo en aparente tranquilidad con Nemo (Haydence Rolence) y Marlin ([#Persona,12324]), pero atormentada por las ráfagas del pasado que acuden en forma de flashbacks pesadillezcos para exigirle una pronta resolución. Desatendiendo a los consejos de sus amigos, emprende una búsqueda, que termina en un viaje iniciático y épico hacia los detalles necesarios para sentirse contenida dentro de una familia y reencontrarse con sus padres, a quienes hace años que no ve.
Stanton, hábilmente, mezcla la aventura encarada con imágenes provenientes de los recuerdos de una Dory niña, junto a sus progenitores, quienes intentan a toda costa que pueda superar su problema de memoria con ejercicios y rutinas destinadas a fortalecer su débil fijación de ideas, pero también, necesarias para que pueda recordar en dónde vive y quiénes son ellos.
Así, mitad recuerdos, mitad viaje, Buscando a Dory construye su relato, con una animación tradicional y un cuento plagado de emoción y entretenimiento, sumando una impronta que evoca a su predecesora pero que, a partir del carisma de la protagonista, puede despegarse y sumar personajes secundarios como el pulpo, la beluga y la ballena tiburón (Ed O’Neil, Ty Burrel, Kaitlin Olson, respectivamente) que aportarán, desde sus particularidades, el acompañamiento para que la pequeña pez pueda cumplir con el sueño de reencontrarse con familia.
El dinámico guion, del propio Stanton, permite que la narración pueda ir y venir en el tiempo con el objetivo de lograr una potenciación del conflicto que la funda: la posibilidad de crear un mito desde el desconocimiento y a partir de allí reelaborar categorías relacionadas a la amistad, el amor, el trabajo en equipo, y, principalmente, la consolidación de la identidad al encontrar el núcleo perfecto para conocerse y construir a futuro una historia con los suyos.