¿Cómo harán los mega maestros de Disney/Pixar para sostener una película entera con un personaje con memoria a corto a plazo?, fue la pregunta que me formulé antes de entrar a la sala a ver Finding Dory (Buscando a Dory), la secuela de la genial Finding Nemo. El spin off de Dory, la encantadora pececita “paleta de pintor” -muchos niños ya la quieren en su acuario- se estrena trece años después de la gran precuela, y desde entonces todos deliramos con la historia del pez payaso que es buscado insistentemente en las aguas de la Bahía de Sídney. Aventura, drama y pasos de comedia se presentaban en esta película que he visto incansablemente. Pensar en una segunda parte y con Dory de protagonista, me generaba incertiduDory es un personaje secundario en la primera parte, pero conforma una dupla resultona con Marlin, el papá de Nemo. La voz de Dory en su idioma original es la de la genial Ellen DeGeneres – la amamos- que posee a Dory de una manera irrisoria. Cada palabra repetida, cada loop de la pececita azul repitiendo una y otra vez los parlamentos, hicieron que Andrew Stanton, director icónico de Disney/Pixar (además de Buscando a Nemo, hizo la gran Wall-E) se centrara esta vez en este personaje femenino.
La apuesta comienza con un flashback de Dory en su infancia, viviendo una vida feliz con sus padres. La ternura de esos ojos inmensos – Dory tiene una ternura única- y la musicalidad en la vida en armonía, propician un comienzo incierto. Y la pregunta obligada surge espontáneamente: ¿Cómo va a sostener Dory, hora y media de película?. El chiste animoso acerca de la pérdida de memoria se sostiene con una gran película basada en la melancolía y en la búsqueda de identidad por parte de Dory. Los recuerdos, ese flash repentino, y las ganas de reencontrarse con su pasado, envuelven a Dory en un viaje de iniciación y madurez. En su aventura estarán los imponderables Marlin y Nemo – quienes ceden su protagonismo a la “mujer” de la historia- y nuevos personajes que le dan a la película un tono de comedia delirante.
Tenemos a Hank, un cangrejo gruñón (la voz está a cargo del gran Ed O’Neill) que es la dupla de Dory; a Fluke y Rudder (los gags de estos dos lobos marinos son de lo mejor de la película); a Destiny, un tiburón ballena amiga de la infancia de Dory; y a Bailey, una ballena beluga – ¡Dory habla en cetáceo!- todos ellos pertenecientes a “La Joya de Morro Bay, California”. Juntos armarán una película divertida, con la cuota justa de nostalgia – no cae en ningún momento en la tristeza típica del mundillo “Disney”- y con un personaje femenino que quiere y necesita redescubrirse ante el mundo. Con un final hermoso, Finding Dory es una película que hay que ir a ver, especialmente en familia.
Atención: No se vayan rápido de la sala, los créditos son muy graciosos y generan que uno salga con una sonrisa del cine. Háganme caso y disfruten.