El prolífico director de películas como Tiempo muerto, Planetario, I Am Mad y Casa Coraggio sigue trabajando en los intersticios, los imprecisos límites entre documental y ficción con propuestas tan desconcertantes como fascinantes.
En el caso de Buscando a Myu hay un punto de partida documental (más ligado al espíritu de las home-movies) ligado a la fascinación de un padre por filmar los juegos de su pequeña hija Olivia y, más precisamente, la relación con sus amigos imaginarios.
Pero Tokman redobla la apuesta, evita figurar en el centro de la escena y, por eso, crea un alter-ego llamado Garrik (el mago y psicólogo Emanuel Zaldua), mientras la película se interroga sobre qué ocurre en la mente de una niña de siete años y su capacidad de concebir otros mundos con sus propias reglas y lógicas. Y allí, cual ramas de un mismo tronco, Buscando a Myu se abre hacia lo autobiográfico (recurriendo a unos viejos Súper 8 familiares) y al (¿falso?) documental científico y didáctico, con voces “autorizadas” que desde distintos puntos del planeta cuentan experiencias personales y explican los beneficios de la imaginación infantil.
No todos los recursos e ideas a las que recurre Tokman son igualmente eficaces, pero en este híbrido narrativo y patchwork visual hay audacia, inteligencia y un espíritu lúdico envidiables. Inevitablemente contradictoria (la mirada del director/padre trata de ocultarse, pero siempre termina reapareciendo), Buscando a Myu es un bello y misterioso registro (y resignificación) del universo de los más chicos y, también, una suerte carta de amor audiovisual de un hombre/artista para su hija.