Después de su paso por la Competencia Argentina del Bafici 2018, se estrena Buscando a Myu de Baltazar Tokman.
El director, a través del mago y psicólogo Garrick (Emanuel Zaldua que oficia de alter ego) y la pequeña Olivia Tokman (que se desenvuelve con una frescura y naturalidad maravillosas), intenta descifrar el misterio de los amigos imaginarios de los niños a través de una docuficción.
A partir de entrevistas, filmaciones caseras, videos en la red y conferencias científicas, el cineasta procura atrapar a su espectador mezclando fantasía infantil con ángeles de la guarda, fantasmas o espíritus en tránsito para procurar responder a la inquietud de por qué perdemos nuestra imaginación temprana a cambio de una adultez anodina y simple.
Con visos de documental, Tokman manipula la realidad ficcionalizando los vínculos de los personajes e intercala la búsqueda -privada y personal-, cuasi obsesiva del protagonista, con acotaciones de jerga científica o que se apropian de un discurso academicista más universal sin descuidar los aportes religiosos, místicos y parapsicológicos.
De alguna manera todos estos discursos quedan en pie de igualdad en su imbricación formal en la narración lo que le quita a aquellos menos aceptados por un pensamiento reflexivo un matiz que evita la burla, el escarnio y el prejuicio de los que creen que el discurso científico es menos construido por la ficción que los otros. Es este discurrir sobre el pensamiento mágico desde un lugar de apertura lo que beneficia a Buscando a Myu.
En determinado momento aflora abruptamente lo que estaba en latencia (la necesidad del protagonista/director por apropiarse de la escena) y entonces la gracia infantil se reduce y esa voz en off, que se asoma explicando en demasía y dando “cierre” a lo planteado, subestima un poco lo que el entramado audiovisual venía trabajando con sutilezas y preguntas.