Satanismo autodidacta.
Como cada obra de arte/ producto está conformada por una colección de ingredientes que obedecen a su coherencia interna en tanto representante del campo cultural y en lo que respecta a su carácter de mercancía destinada a la venta, dos rubros que asimismo se subdividen en nuevas y vastas dimensiones, las paradojas son moneda corriente en el ámbito del cine y aquello que suele leerse como positivo bajo determinadas condiciones puede funcionar a la par de otros rasgos considerados negativos y/ o contraproducentes dentro del andamiaje en cuestión. Pensemos por ejemplo en Buscando al Demonio (The Possession Experiment, 2016), una película en la que se unifican una idea interesante, una ejecución pésima y una serie de inconvenientes que terminan promediando hacia abajo lo que podría haber sido una clase B amena, que honre su bajo presupuesto y lo dignifique.
Hace rato que no llegaba a la cartelera argentina una propuesta decididamente amateur como la presente, circunstancia que de por sí no implica mediocridad porque ya sabemos que el subsuelo del espectro cualitativo lo suele hegemonizar el propio mainstream, incluso de manera colateral como en estos casos: de hecho, este trabajo del director y guionista Scott B. Hansen trata de copiar lo peor de la industria y podríamos decir que tiene “éxito” debido a que el resultado final combina los protagonistas bobos de siempre, un collage de citas sin pies ni cabeza y cierta precariedad en lo que atañe a los apartados técnicos. Quizás la característica más molesta es esa pretensión de seriedad -otro ítem tomado prestado de Hollywood- que enmarca al proyecto en general, como si volcar la trama hacia la comedia le restase impulso en taquilla a la película o coartase su capacidad de asustar/ entretener.
Ya el título original nos aclara que estamos frente a otro exploitation de El Exorcista (The Exorcist, 1973), a lo que se suman alusiones risibles a El Bebé de Rosemary (Rosemary's Baby, 1968) y Pesadilla en lo Profundo de la Noche (A Nightmare on Elm Street, 1984). La premisa, como dijimos anteriormente, sí es loable porque aporta una vuelta de tuerca y está mejor aprovechada -por lo menos en la primera mitad- que en la obra que la patentó, la también fallida Invocando al Demonio (The Possession of Michael King, 2014): aquí es Brandon Jensen (Chris Minor) el obsesionado con dejarse poseer por la entidad maléfica de turno, hoy asistido por Clay Harper (Jake Brinn) y Leda Morgan (Nicky Jasper). Desde ya que son todos jovenzuelos y que el asunto se debate entre ser un proyecto académico o la “investigación” de unos homicidios alrededor de un misterioso exorcismo de 20 años atrás.
Los mejores momentos de Buscando al Demonio son las simpáticas carnicerías del prólogo y el desenlace, lamentablemente el resto es un desfile de errores técnicos, clichés, caprichos narrativos, actores de muy pocas luces y secuencias oníricas que dejan mucho que desear. El amateurismo del film no es excusa porque bien se podrían haber obviado las referencias al mainstream para acercarnos al terreno del delirio o la hipérbole, en especial sin caer en una “complementación” estética facilista símil found footage, algo totalmente innecesario en este contexto (así las cosas, y a pesar de que la historia responde a una lógica tradicional en tercera persona, nos encontramos con videoblogs, registros varios de la faena de Jensen y cámaras de seguridad hogareñas). En síntesis, la realización no puede superar su propia torpeza y nos condena a un caso de satanismo autodidacta que hace agua por todos lados…