Dirigida por Destin Cretton, cuenta la historia real del joven abogado Bryan Stevenson (interpretado por Michael Jordan, actor consagrado como hijo de Apollo Creed en la saga “Rocky”), quien después de licenciarse en Harvard recibe ofertas de trabajo muy lucrativas. Pero él prefiere enfocar su carrera en defender a personas que han sido condenadas erróneamente o que carecían de recursos para tener una representación legal adecuada, contando con el apoyo de la activista local interpretada por Brie Larson (ganadora del Osacar por “La Habitación”).
Residiendo en Alabama, recibe el complejo caso de un afroamericano (interpretado por Jamie Foxx), que en 1987 fue sentenciado a la pena muerte por el asesinato de una chica de 18 años, a pesar de que las pruebas demostraban ostensiblemente su inocencia. El letrado se verá envuelto en un laberinto turbio de maniobras legales y políticas perpetradas por un sistema legal racista y corrupto. Este drama judicial ofrece una mirada sensible a las falencias del sistema judicial que perjudican a ciudadanos de raza negra y nos retrotraen a magníficos retratos que el cine ha hecho como en “Huracán”, de Norman Jewison, en donde el enorme Denzel Washington brindó un impresionante retrato del boxeador Rubin Carter, erróneamente condenado a mediados de los años ‘60.
Aún pecando de ciertos esquematismos y absolutismos que grafiquen la dudosa moral de quienes deben dictaminar justicia y proveer a todo ciudadano un trato igualitario, nos habla este film de una América dividida por la segregación racial, contándonos una historia conmovedora y basada en hechos reales, que enaltece la búsqueda de justicia de un profesional que persigue el ejercicio noble de su vocación. Foxx, un actor que tiende a la ampulosidad gestual, se encuentra sumamente acertado en la piel del condenado y ofrece una memorable interpretación, a la altura de su oscarizado personaje en “Ray” (Taylor Hackford, 2004).
El thriller judicial, por otra parte, se ha consolidado como un fiable producto con gran éxito de taquilla, principalmente en las novelas adaptadas de John Grisham, un escritor especialista en la materia, cuyas transposiciones en la gran pantalla se cuentan de a docenas, desde “El Cliente” hasta “Tribunal en Fuga”. Tampoco podemos olvidar la pertintencia de una película como “Matar a un Ruiseñor” (1962, Robert Mulligan), cuyos valores refleja este film, indudablemente inspirado en esos dramas valientes y honestos que buscan denunciar una cruda realidad y las falencias de la pena capital.