UN CINE DE LAS EMOCIONES
El caso que cuenta Buscando justicia, película basada en hechos reales, es de esos que generan una indignación notable: el protagonista es Walter McMillian, un hombre negro que en 1987 fue sentenciado a la pena de muerte luego de ser declarado culpable del asesinato de una chica blanca en Alabama. La sentencia se logró sin un juicio justo y basándose en un solo alegato, bastante dudoso por cierto. Pero la llegada de Bryan Stevenson, un joven letrado negro recién recibido en Harvard, genera movimiento alrededor de la causa y el descubrimiento de un sistema de injusticias sostenidas en un severo racismo y una discriminación alarmante: el testimonio de un montón de ciudadanos negros nunca fue tenido en cuenta. Como decíamos, cada minuto de este drama judicial avanza sobre esas cuestiones, sobre la indignante situación que padecen McMillian y varios de los detenidos en el “corredor de la muerte”. La discusión alrededor de la película está relacionada con tratar de comprender si es en verdad un film efectivo desde lo narrativo (no dejan de ser 136 minutos que fluyen sin problemas) o si las sensaciones que genera el episodio nos lleva por el lado de las emociones y nos nubla la razón. Buscando justicia tiene un poco de ambas cosas.
Destin Daniel Cretton, director del atendible drama El castillo de cristal (también basado en hechos reales), es quien lleva las riendas de este drama judicial con mano sabia. Buscando justicia utiliza todos los clichés del subgénero: los alegatos épicos, las resoluciones de último momento, los personajes que se enfrentan desde su más pequeña individualidad a un sistema que los oprime, incluso desde la autoconsciencia en la cita a Matar a un ruiseñor. Sin embargo, el director no pone el peso del relato en estos lugares comunes, sino que los utiliza para potenciar el drama y las emociones del relato. Es que Buscando justicia pertenece a una tradición del cine hollywoodense que hoy se elude con algo de culpa, y esta es la de los dramas que apuestan por las emociones a riesgo de caer en sentimentalismos o excesos melodramáticos. Por eso que Daniel Cretton, que en El castillo de cristal mostraba un interesante manejo de la cámara y recursos narrativos virtuosos, aquí apuesta por la invisibilidad de su mano. Sabe que Buscando justicia es un drama de personajes y pone el peso en los vínculos que se generan entre los personajes de Jamie Foxx y Michael B. Jordan, o entre el de Jordan y Brie Larson. Ese componente humano que hoy sólo parece posible en el mainstream desde la fantasía (las películas de Marvel) o que directamente es anulado y reemplazado por un cinismo que vuelve todo bastante impersonal.
Claro que Buscando justicia es un alegato y una declaración de principios contra la pena de muerte, y en ese sentido ingresa en una serie de explicaciones y subrayados innecesarios para que su discurso sea claro y no haya confusiones (todos lo sabemos, el racismo es malo). Pero de esa manera es también una película que se reconoce en sus falencias, que no es más que una demostración (otra vez) de la presencia de lo humano. Aceptarse en esas grietas es una definición mucho más inteligente contra el racismo y la discriminación que muchos de los diálogos que aparecen en la película. De todos modos es imposible mientras se mira Buscando justicia no pensar que se está ante una de esas películas que ya no se hacen. Y tampoco dejar de pensar que con un tema similar Clint Estwood en El caso de Richard Jewell hizo gran cine, y los detalles son los que separan a los grandes directores de los meros artesanos.