Tan lejos, tan cerca
Esta ópera prima de Lorene Scafaria (cuyo único antecedente importante era el guión de esa lograda comedia romántica juvenil que fue Nick y Norah: Una noche de música y amor) tiene un interesante punto de partida: quedan tres semanas para el fin del mundo (un inmenso asteroide está a punto de chocar contra la Tierra) y, ante la inminencia del colapso, todo se convierte en un caos: suicidios en masa, saqueos…
En ese contexto, aparece nuestro antihéroe, Dodge (Steve Carell en plan… Steve Carell), un corredor de seguros tímido, reprimido, traumado. Un PERDEDOR con todas las letras. El protagonista no se ha recuperado del abandono de su mujer (luego se entera, además, de que ella lo engañaba), pero sigue con su patética rutina incluso cuando ya nada de todo eso tiene sentido. Se le ocurre que una manera de ocupar el tiempo que le queda es buscar al primer y gran amor de su vida. El destino y el azar harán que en su camino se cruce Penny (Keira Knightley), que deja a su novio maltratador (Adam Brody) para irse con su familia.
Lo que sigue es una road-movie agridulce con un sustrato de ciencia ficción, un tono tragicómico y absurdo, y una vuelta de tuerca -claro- romántica. El problema del film es que va perdiendo espíritu provocativo y su negrura a medida que avanza la trama para transformarse, en definitiva, en una película edulcorada, con un existencialismo, un espiritualismo de autoayuda.
Buscando un amigo para el fin del mundo es como una película indie más o menos interesante (hay algo del Michel Gondry de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, pero también de otros dramas adultos apocalípticos como Melancholia, de Lars Von Trier; y Otro planeta, de Mike Cahil), aunque luego cede a los convencionalismos de un mainstream sin demasiada creatividad y -para colmo- sin demasiada química entre Carell y Knightley.
La locura de los personajes (sobre todos de varios secundarios) en medio de la locura generalizada permite durante la primera mitad un simpático desborde, pero la guionista y directora abandona luego esa veta más zafada e irónica para contentarse con pinceladas de redención y reconciliación que intentan conmovernos y tranquilizarnos a la vez. Y con el toque extra de un perrito fiel. El amor es más fuerte, nos dice. Gracias.