Comedia apocalíptica que naufraga en la mitad
El título ya lo dice todo, y sugiere sin sombra de duda el lado deprimente de esta comedia apocalíptica. Steve Carell es un vendedor de seguros abandonado por su mujer justo en las vísperas de que un meteorito gigante choque con la Tierra, sin que se pueda hacer nada por evitar la catástrofe.
Al principio, la película funciona como una comedia negra moderadamente divertida, ya que a medida que se acerca el día de la hecatombe, el comportamiento de la gente se vuelve más confuso y disoluto. Los suicidios, las orgías, el consumo de drogas duras como la heroína arrecian, y sin embargo, nuestro héroe no quiere saber nada con todo eso y hasta intenta seguir acudiendo a su oficina todos los días, hasta que se demuestra totalmente estúpido (del mismo modo, su empleada doméstica no deja de ir a su casa a pasarle la aspiradora). Pero cuando menos lo esperaba, el solitario protagonista toma contacto con su vecina del piso de abajo, una chica fanática de los discos de vinilo que se pasa peleando permanentemente con su novio y que se le aparece por la ventana. Mientras su edificio está cada vez más cerca de los disturbios provocados por las turbas apocalípticas, huyen en una búsqueda desesperada de la primera novia del vendedor de seguros y de un avión que pueda llevar a la chica (Keira Knightley) a la casa de sus padres.
Aquí es donde el film se empantana en una serie de situaciones esporádicas que no tienen mucha cohesión entre sí, ni hablar de ritmo, que se pierde casi totalmente por la mitad del film. Y, sobre todo, a medida que la película avanza al terreno de lo romántico y lo sentimental, los chistes empiezan a brillar por su ausencia, con un resultado monótono sólo salvado por la buena música, gentileza de los vinilos de la coprotagonista. Por suerte, hacia el final aparece un buen actor como Martin Sheen, pero demasiado tarde y poco como para mejorar este fin del mundo.