El día antes de mañana
Siguiendo la tendencia a la composición de roles dramáticos para actores convencionalmente de comedia, Steve Carell protagoniza con excelencia inadvertida Buscando un amigo para el fin del mundo (Seeking a Friend for the End of the World, 2012): una película con un título por demás ilustrativo.
La historia comienza con el anuncio de que un meteorito llamado Mathilda colisionará contra la tierra extinguiendo todo rastro de vida. En un acto de desesperación, la esposa de Dodge (Steve Carell) huye con destino desconocido. Deambulando por la ciudad y repasando sus propios pasos, Dodge parece destinado a transitar el fin de los tiempos en soledad. Allí es donde conoce a Penny (Keira Knightley) una vecina de edificio que casualmente sufre una situación similar. Juntos deciden unir fuerzas y concretar sus últimos deseos.
Cuando se recurre a esta propensión creativa de documentar los últimos días de la humanidad suelen radicarse dos alternativas narrativas en el corazón del relato. O se focaliza en la tenacidad de la catástrofe, subsistiendo de la tensión in crescendo que genera la inminencia del Apocalipsis o se focaliza en el proceso emocional de sus víctimas. Existen también antecedentes de directores que componen un equilibrio efectivo, como es el caso de Lars von Trier con Melancholia (2011).
En Buscando un amigo para el fin del mundo todos los recursos empleados convergen en un esquema fílmico en donde el énfasis se dirige hacia el componente humano. Uno de los principales aciertos de la directora, Lorene Scafaria, es la mesura en que los sentimientos se explicitan. Muy pocas conclusiones en la elucubración de los personajes se manifiestan en la superficie, pero sin embargo se perciben todas. El camino de los protagonistas es intrínsecamente introspectivo y la demostración únicamente asoma cuando se vuelve imprescindible.
Esto es mérito, en igual medida, de Scafaria y de los actores principales: Carell, quien sigue en sintonía con papeles más despojados como los de Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) o Dani, un tipo de suerte (Dan in real life, 2008) y alejado del histrionismo de El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (Anchorman, 2005) o Una noche fuera de serie (Dinner for Schmucks, 2010) y Keira Knightley, que si bien puede objetársele un estilo un tanto barroco logró una simpleza considerablemente genuina.
Esa sutileza interpretativa moldea la escalinata habitual de sucesos en las películas sobre desastres. El hecho de que el mundo esté próximo a dejar de existir parece ser sólo un detalle, ya que con muchos elementos de una road movie, la película retrata el despertar de dos personas sumidas en la apatía de la estabilidad y los rumbos predeterminados. En ese aspecto el desastre natural adquiere un poder simbólico que le permite invertir la concepción de la catástrofe. Algo así como un big-bang sentimental.
Implícita y delicada por momentos y furiosa y divertida por otros, Buscando un amigo para el fin del mundo es una película que se encarga de iluminar otro espectro de la catástrofe. Es precisa y exenta de superfluidad.