Es el fin del mundo como lo conocemos (y me siento bien).
El escenario del apocalipsis ha sido retratado una infinidad de veces en el cine. Usualmente, sirve como excusa para mostrar escenas repletas de acción y destrucción masiva, pero raramente fomenta la oportunidad para historias cotidianas, es decir, lo que sucedería con la gente si se supiera que el fin está cerca. Lorene Scafaria trata de cambiar eso con Buscando un amigo para el fin del mundo (Seeking a Friend for the End of the World, 2012), una comedia dramática que, si bien cuenta con una que otra buena idea y dos encantadoras actuaciones principales, no puede explotar la premisa que presenta.
La humanidad tiene los días contados. En tres semanas, un gigante asteroide llamado ‘Matilda’ chocará con la Tierra, acabando con toda la vida del planeta. Sin embargo, el mundo de Dodge (Steve Carell), termina un poco antes, ya que su esposa decide abandonarlo tras la conmoción por el desastre. Deprimido y solitario, él pasa sus últimos días vagando por su (ya innecesaria) rutina, mientras recuerda a la llama de su juventud, Olivia.
Sin embargo, su vida toma un giro inesperado cuando se encuentra con su vivaz vecina Penny (Keira Knightley), quien, en el medio de su depresión por no poder ver a su familia, le da una vieja carta de su primer amor. Decidido y sin nada que perder, Dodge hace un trato con Penny: ella lo va a llevar a ver a Olivia y, a cambio, él la va a ayudar a reunirse con sus seres queridos. Así, ellos salen a la carretera, por la cual encontrarán a una serie de gente con distintas formas de enfrentarse al armagedón, lo que los lleva a pensar sobre cambiar sus vidas antes de que se apaguen las luces.
En su debut como directora, Scafaria (que también fue guionista del grato film juvenil Nick y Norah - Una noche de música y amor, así como de esta película) inicia a pintar el clima antes de la catástrofe con algunas situaciones interesantes, con toques de buen humor negro: es una situación en la que vale todo, en donde ascender en el trabajo es mucho más fácil (ya que todos renuncian o se matan), y las fiestas entre amigos terminan con orgías y probadas de todo tipo de drogas.
El problema es que, a medida que la producción avanza, el relato se va volviendo más optimista y repleto de clichés, abandonando las risas para insertar escenas interminables que resaltan el tema de “apreciar la vida, incluso en circunstancias terminales”, así como una trama romántica literalmente apresurada; aún en el fin de los tiempos, lo vital es conseguir una pareja. Esto culmina en una resolución que es tan forzada que el concepto del film queda casi olvidado, todo por una historia que vimos demasiadas veces (la clásica de “chica sin preocupaciones y llena de alegría que se dedica a alegrarle la vida de forma peculiar al tremendamente sufrido protagonista”).
Lo que mantiene con vida a la película es el dúo principal de Carell y Knightley, quienes, a pesar de las limitaciones del guión, logran manejar sus roles de manera que se vean reales y tiernos. Acompañándolos, se encuentra un elenco que, si bien está repleto de muy buenos comediantes (se puede encontrar a miembros de las series Parks and Recreation, Community y Childrens Hospital, así como al gran cómico de stand up Patton Oswalt), no da tiempo para que ninguno deje una impresión duradera; sus escenas pasan de manera olvidable. Lo mismo va para un actor de renombre (no adelanto quien es, aunque vale la pena decir que el hombre es familiar con la palabra “apocalipsis”) que aparece cerca del final para personificar al padre de Dodge, aunque su papel es tan corto e ignorado que podría haber sido interpretado por cualquier otra persona.
En fin, a pesar de un buen elenco (comandado por las simpáticas actuaciones de Carell y Knightley) y algunos toques de oscura hilaridad, Buscando un amigo para el fin del mundo se queda corta debido a un aburrido y decepcionante giro hacia lo habitual. La ópera prima de Scafaria termina retratando un drama que, en unos momentos, recuerda el enfoque de Melancolía, mientras que en otros, retrata la verosimilitud de algo como 2012 (pero sin los efectos especiales, claro). Con esas esquizofrénicas pretensiones, tener éxito es difícil que sobrevivir una catástrofe.