Disparatada secuela, con villanos subestimados
Dispuesto a todo con tal de rescatar a su hija adolescente secuestrada en París por una red de trata de personas, en la primera «Taken» el ex espía encarnado por Liam Neeson exterminaba a más de medio centenar de tipos malos, casi todos hampones albanos.
Tan absurda como entretenida y bien filmada, la primera «Búsqueda implacable» se veía como una apuesta de Luc Besson para dejar sentado de una vez por todas que la más rabiosa superacción también podía ser francesa. La apuesta dio dividendos en la taquilla: «Taken» costó unos 25 millones de dólares, y antes de terminar su exhibición internacional en cines había recaudado más de 250 millones.
Si el film original era poco creíble, esta secuela es directamente un chiste contado con un tono por momentos demasiado serio. De todos modos, la premisa argumental es bastante verosímil, dado que en Albania hay numerosas personas que lloran a sus difuntos seres queridos que tal vez fueran delincuentes, pero para ellos eran familiares, amigos o novios. Sobre todo el que está muy iracundo es el padre del jefe mafioso a quien el héroe torturó con corriente eléctrica al estilo picana (el eterno gangster de Europa oriental Rade Serbedzija, bastante desaprovechado). Cuando dicho verdugo invita a su hija y ex esposa a acompañarlo en un viaje a un pais cercano de Albania, Turquia, obviamente el juramento de venganza está listo para concretarse.
Luego de una media hora lenta y obvia, la película explota en superacción bien filmada acompañada de situaciones delirantes por tontas y casi chistosas a propósito, aunque queda un margen de duda: no se puede explicar de otra manera que el padre secuestrado por los albanos saque un celular y llame a su hija al hotel y le pida que tome unas granadas de mano de su valija y las vaya tirando por el centro de Estambul para que él pueda reconocer la distancia y la zona donde está secuestrado junto a su ex mujer (la jovencita Maggie Grace, que ya casi anda por los 30 años, hace un gran trabajo para aparentar ser casi menor de edad).
Hay que reconocer que una vez que empieza la acción, nunca se detiene, logrando que la película, por mas descerebrada que sea, resulte realmente entretenida. Lo único inaceptable es la falta de valoración hacia la comunidad de criminales albanos: según el film, son delincuentes tan poco profesionales como para dejar que un rehén hable a gusto por celular, capaces de hacer guardia mirando al lado contrario de donde podrían venir los intrusos, además de sentirse molestos cuando su perro guardián ladra furioso, ignorantes de que esos ladridos molestos están señalando a Liam Neeson, tan buen actor como para tomarse cualquier escena imposible con la mayor seriedad.