Misma receta, distinto gusto
Taken fue sin dudas una de las mejores películas de acción y suspenso de la última década, que nadie vio venir por tratarse de una producción europea y que supo entregar no sólo magníficas escenas de acción bajo un clima de tensión constante, sino también presentar un personaje magnético e implacable.
Taken 2 sigue la línea de su predecesora en cuanto a la tensión que logra en ciertos momentos. Empieza bastante bien, con una propuesta obvia pero decente y con dos o tres ideas creativas que son incorporados en la narración con éxito. Pero no lleva mucho tiempo enterarse de que esta secuela no tiene detrás de cámara al mismo director que nos hiciera vibrar en la primera entrega. A la hora de la acción, lamentablemente Taken 2 es víctima de una dirección y edición pésimas. En Taken los golpes dolían, las balas penetraban y el espectador sentía en carne propia la violencia. En esta oportunidad las balas no se ven, las peleas no se entienden y en general queda la sensación de que las tomas de acción están presentes por compromiso y no como parte integral de la película.
Así como en la cocina un mismo plato sabe distinto dependiendo de su cocinero, en el cine una misma fórmula cambia su resultado cuando se le cambia el director. Taken 2 intenta replicar su génesis pero falla terriblemente, al descuidar aquellos detalles esenciales que hicieron de la primera un hito del cine de acción contemporáneo. Queremos ver sangre, el impacto de los puños y las balas atravesando la carne, no imágenes distorsionadas e indescifrables que intentan burda e ineficazmente copiar el estilo de las Bourne. Esta moda de las cámaras oscilantes está hundiendo al cine de acción en la mediocridad. Taken 2 podría haber sido buena, es una pena.