Por qué escribir sobre esta porquería
Cuando estábamos armando la cobertura de esta semana, uno de los integrantes de nuestra redacción, Daniel Cholakian (quien se merece todo un agradecimiento), planteó el siguiente debate (y cito): “pregunto (y me pregunto): ¿Hay que hacer la crítica de una película -hablo de la primera, que la vi- que defiende la tortura y el asesinato ilegal por parte de un (¿ex?) Agente de la CIA? ¿No será hora de decir `esta película no la criticamos por esto y por aquello´? ¿Vamos a hablar de acción o de no acción, de ritmo o de no ritmo, de intensidad o de no intensidad, de actuaciones, escenarios, fotografía o dirección en relación con una película que defiende valores, modos y comportamientos que creo que colectivamente no compartimos?”.
La duda, la cuestión planteada por Daniel, es más que pertinente, porque sirve como punto de partida para cuestionarse determinados valores de la profesión de crítico: para qué, por qué, qué escribimos, qué defendemos con la palabra escrita, qué es lo que reivindicamos, qué es lo que decimos que está mal. Adhiero en primera instancia a su lógica general, porque la primera entrega de lo que es ahora la franquicia (en el sentido más paupérrimamente mercantil del término) de Búsqueda implacable era terrible por el marco ideológico que planteaba: estábamos hablando de un film fascista y totalitario, donde la institución familiar (en su variante más conservadora) servía como excusa para avalar la justicia por mano propia, la violación de derechos humanos, el intervencionismo y una visión xenófoba respecto a los habitantes de la Europa del Este (en este caso, con Albania como ejemplo específico).
En base a eso, no está mal interpelar la mecánica usual de la grilla de estrenos y sus respectivas coberturas, que pareciera obligarnos a cubrir estas bazofias. Más teniendo en cuenta que en verdad no estamos obligados, que podemos tomar la decisión de no escribir sobre Búsqueda implacable 2, sabiendo que irremediablemente va a repetir las formas y contenidos de su predecesora, sólo que con un cambio de escenario (pasando de París a Estambul) y una mínima variante en su argumento (esta vez la secuestrada es la esposa del protagonista, por los familiares de los que mató en la primera parte, cuando rescató a su hija).
Y sin embargo, creo que debemos escribir sobre Búsqueda implacable 2, pero no porque las reglas del mercado nos lo impongan, sino para cuestionar precisamente esas reglas. Me viene a la mente la polémica desatada respecto a Bastardos sin gloria, que fue severamente cuestionada por algunos sectores de la crítica por su relativismo moral, en donde los “los buenos” podían cometer las peores atrocidades, pero seguían siendo “los buenos”. Los detractores de la película buscaron hacerse oír y, equivocados o no, no perdieron la oportunidad de señalar algo que les parecía pernicioso en el relato. Del mismo modo, otras cintas enmarcadas en el género de acción, como Se busca, Tirador u Hombre en llamas, merecen ser remarcadas y señaladas, no por tener méritos, sino por todo lo contrario: por cómo sus formas y contenidos se asocian inmoralmente.
Estoy hablando de objetos que ocupan un espacio en la sociedad y la cultura, que generan y reproducen conocimientos, formas de ver el mundo que son nefastas, a través del lenguaje cinematográfico. Son textos fílmicos destinados a asaltar un lugar en la mente y el imaginario de espectadores a lo largo y ancho del planeta. Y creo que la mejor forma de darles pelea es hablar y escribir sobre ellos. Podría parecer que si se los cubre se les da centralidad, y en un punto es así. Pero la cuestión es qué centralidad darles. Además, creo que los realizadores y promotores de estos productos cuentan con nuestro silencio, o al menos con una cobertura rutinaria, que discuta algunas variables formales y no mucho más. Lo que no deben desear es que se los exponga como vehículos ideológicos de la peor clase.
Es por todo eso que me parece pertinente escribir sobre Búsqueda implacable 2: porque está preparada para un público masivo y no está mal tratar de ponérsela difícil aunque sea desde este pequeño lugar, señalándole al potencial espectador la inmensa cantidad de defectos que posee, lo peligrosa que es. De ahí que digo lo siguiente: esta secuela repite todas peores características de la primera entrega; busca justificar las peores acciones posibles a partir del mal ajeno; no trabaja con personajes sino con estereotipos de la peor calaña; contrapone un Estados Unidos soleado y repleto de blancos hermosos a una Turquía oscura y criminal; une la producción francesa más xenófoba con lo más totalitario de Hollywood; es machista y racista; está escrita y producida por Luc Besson, que arrancó tratando de contar historias y desarrollar personajes (como en Azul profundo, Nikita y El perfecto asesino), pero ahora sólo produce superficies; ofende la inteligencia del espectador, con su trama que avanza a los ponchazos; y está concebida sólo para juntar mucho dinero, sin el más mínimo amor por el cine. Y ya está en las salas de todo el mundo, tapando la salida de muchos films que le podrían aportar algo más valioso al arte cinematográfico. Entonces creo que no viene mal escribir sobre ella. Y denunciarla, decir con todas las letras que es una porquería.