Búsqueda previsible, pero aún entretenida.
Gracias a la primera "Búsqueda implacable", Liam Neeson empezó a matar mafiosos de origen eslavo por docenas. A partir de ese momento no hubo camino de vuelta y este gran actor de películas como "La lista de Schindler" quedó transformado en un superhéroe de acción.
En la entrega anterior de la saga, Neeson exterminaba a hordas de gangsters albanos que quedaban como idiotas, y esta vez el turno de quedar así le toca a los policías de Los Angeles, que tratan en vano de apresarlo por toda la ciudad. Es que se lo acusa de un crimen que no cometió: nada menos que la muerte de su ex mujer y madre de su hija, que como siempre coprotagoniza la película (este detalle del guión saca del juego a Famke Jansen, lo que es una verdadera pena).
Como siempre también, hay que esperar unos insulsos 20 minutos para que empiece la acción, sólo que esta vez en principio es un poco menos sangrienta, ya que obviamente, por más que sean igual de bobos que los mafiosos exterminados en las películas anteriores, los policías californianos no son malos y no se los puede matar de modo truculento. De ahí que básicamente el héroe debe eludirlos y, a cambio de la mortandad, el productor Luc Besson ofrece un par de persecuciones automovilísticas notables, con autos que vuelan por todos lados, mientras un conteiner los va aplastando de manera deliciosa.
Otro aporte es la presencia de un detective hábil interpretado por el siempre eficaz Forest Whitaker, aunque su personaje siempre llega un poco tarde.
Recién a la hora de proyección aparecen los verdaderos asesinos de su esposa para que Neeson los pueda masacrar como en los buenos viejos tiempos. Hay una pelea realmente truculenta y, sobre todo, una masacre final a sangre y fuego.
La película es elemental y totalmente previsible, pero al menos está muy bien filmada (especialmente por la segunda unidad para las escenas de choques) y una vez que empieza de verdad, nunca aburre. Para una tarde de zapping podría llegar a ser un buen pasatiempo.