Parece que finalmente la saga de Búsqueda Implacable llega a su fín, como una especie de Toy Story violento hemos transitado por toda la vida de la joven hija de Bryan Mills (Liam Neeson ) y es hora de dejarla entrar definitivamente en la madurez sin la protección excedida de su padre.En este caso el ex agente encubierto se verá injustamente acusado de un crimen que no cometió y deberá para resolverlo darse a la fuga, operando desde la clandestinidad.Pero en este ostracismo no estará solo porque contará con su grupo de tareas (una especie de A Team de cincuentones) que le brindarán el apoyo táctico para poder llevar adelante su investigación.
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En la vereda de enfrente estará la mafia rusa que parece estar seriamente involucrada en ese crimen que se le atribuye al padre ejemplar de Mills. De modo que nuestro héroe cincuentón deberá repartir su tiempo entre la mafia y la policia sin descuidar la integridad psíquica y física de su amada hija. La mano de Luc Besson se siente en cada escena de frenética acción (el verosímil debe ser dejado al entrar en la sala) que muestra un despliegue visual al que nos tiene muy bien acostumbrados.
Bryan Mills se erige como un Jonathan Smith de A Team (papel que también interpretó en la gran pantalla) que parece tener un plan para todo y eso le brinda esa actitud relajada aún en las situaciones más extremas.Solo le falta prenderse un puro y decir ” me encanta cuando un plan se concreta”.Tal vez lo peor del film pase por el excesivo uso del montaje para lograr disimular lo mejor posible las limitaciones física de nuestro padre heroico.
De todas formas el film se erige como un gran cierre de saga mucho mejor que su antecesora y un poco por debajo de la primer entrega que jugaba muy bien con el factor sorpresa de la original propuesta
Pochoclo en estado puro y una bella despedida para este padre que ha sabido llevar el complejo de Electra a su máximo nivel.