Pura adrenalina que deja al espectador sin aliento.
Esta historia nace con un eficiente agente de la CIA Bryan Mills (Liam Neeson) cuya hija Kim Mills (Maggie Grace, “El experimento”) es secuestrada y luego rescatada en un oscuro escondite en Europa. En la segunda entrega los secuestraban a él y su ex-esposa Lenore St. John (Famke Janssen, “En el bosque”) y quien los rescata es su hija, para la tercera existió un rumor donde Liam Neeson pidió como condición que ningún personaje de la familia fuera secuestrado.
Por lo tanto los guionistas, Luc Besson y Robert Mark Kamen, pusieron manos a la obra y la acción se torna más trágica y oscura. Bryan Mills está a punto de reconciliarse con su ex esposa (en una breve aparición de Famke Janssen) pero algo sucede y termina siendo perseguido por un delito que no cometió, sabiendo que es inocente, quien se encarga de eso es siempre el rendidor Forest Whitaker, quien debe hacer cumplir la ley. Mills usa todas sus habilidades para hacer justicia y encontrar al verdadero culpable como lo hemos visto por ejemplo en “El vengador anónimo”.
Liam Neeson a sus 62 años, tiene carisma y destreza, vuelve a poner su cuerpo y su rostro, no existen demasiadas sorpresas aunque le dan una vuelta de tuerca, poco interesa su guión y el director Olivier Megaton es un conocedor del género ya tiene en su haber “Transporter 3”, entre otras.
Aprovechando la buena repercusión que tuvieron la primera y segunda entrega, prometen que esta será la última pero el final no dice lo mismo y queda abierta para una cuarta y quinta. Luc Besson conoce a la perfección a sus seguidores y no los defrauda ofreciendo todo lo que quieren ver: escenas a toda acción, choques, tensión, pura adrenalina, tiroteos, persecuciones de todo tipo y todos los elementos que necesita en este género. Aunque sea más de lo mismo entretiene y el público que solo quiera distraerse acudirá masivamente a las salas de cine con el habitual balde de pochoclos.