Es uno de los mejores realizadores que los Estados Unidos le dieron al mundo. A lo largo de más de cuarenta años ha sabido dignificar como pocos el lugar de director de cine industrial (pese a que es mucho más que eso) a fuerza de tìtulos indestructibles, paridos desde el respeto al público y, más que nada, al oficio de contar historias a través del celuloide.
Pero hay veces en las que Steven Spielberg resbala en un charco de clichés y lugares comunes. Caballo de guerra es una de esas ocasiones. Montado sobre su indiscutible solidez técnica y su legendario pulso a la hora de filmar, el hombre que hace pocas semanas nos presentó la muy efectiva Las aventuras de Tin Tin, llega con una historia disfrazada de severidad pero fatalmente leve y por momentos increíblemente remilgada, sobre un caballo criado para trabajar el campo pero que termina por convertirse en un héroe de la primera guerra mundial.
La acción transcurre en la década de 1910. En ese contexto, uan familia que corre el riesgo de perder su casa por una hipoteca impagable, compra un caballo y lo educa para la esforzada tarea de sembrar un campo. Claro que estamos ante un largometraje que se encuadra en el género del drama, del drama clásico (¿a la Spielberg?), ergo, las cosas se complican un poco más de lo deseable y deseable (es decir, todo lo esperable) y el noble equino termina por no cumplir la función que, se deseaba, pudiera llevar a cabo.
De ahí a la guerra, un paso, o un par de escenas todo lo contemplativas y edulcoradas que deben ser como para que el beneficio de la duda en torno a la heroicidad del caballo en cuestión dure en la platea tan solo unos pocos segundos.
Porque el título lo dice: Caballo de guerra. O héroe de guerra, que es más o menos lo mismo que uno imagina cuando ve el cruce entre un animal tan respetado y querido y la actividad que más regalías le ha dejado a los Estados Unidos y que tantos millones ha generado en las arcas de Hollywood.
En ese sentido, Spielberg no desentona con lo que se esperaba de su trabajo: un relato efectivo y concreto. Por supuesto, si uno se acerca a la sala con el background de lo que significa un realizador de sus kilates para el cine de los Estados Unidos y el peso que tiene su filmografía (la de uno de los más grandes realizadores que dio Hollywood, según este escriba), bueno, se trata de una gran y demasiado extensa (dos horas y media) desilusión.