La guerra según un Spielberg iluminado
Steven Spielberg vuelve a la guerra, más exactamente a la Primera Guerra Mundial, pero con un concepto que no tiene nada que ver con el Soldado Ryan ni con ninguna otra película previa dentro de este género. La manera más simple de explicar este film extraordinario sería decir que es la guerra vista desde el punto de vista de un caballo, pero tampoco es así, ya que Spielberg alterna los puntos de vista y básicamente hace una película mucho más compleja de lo que podría parecer a simple de vista.
La primera parte de la historia podría describirse como una especie de «Crin Blanca» (aquel excelente mediometraje de Albert Lamorisse, el director de «El globo rojo» sobre la relación entre un chico y su caballo), pero en un ambiente de campiña que recuerda bastante al John Ford irlandés de clásicos como «El hombre quieto» o «Qué verde era mi valle». Aquí, el caballo fue comprado por un granjero terco que no tenía dinero suficiente para pagarlo, pero que no quería dar el brazo a torcer en la subasta en la que competía con uno de los poderosos del lugar. Una vez perpetrado el desastre, es su hijo quien debe tratar de que el caballo, demasiado joven y pequeño para la tarea, pueda ayudar en la siembra para que no se pierda la propiedad.
La historia tiene momentos realmente emotivos en esta parte prebélica de un film que, ya desde su título, prepara al espectador para que todos los personajes protagónicos estén en un frente de batalla. En la guerra, el caballo encuentra un amigo equino y juntos tienen la suerte que muchos humanos no tienen de encontrar alguien que los proteja en medio del infierno.
Las batallas de «Caballo de guerra» están narradas de una manera más clásica que el hito ultraviolento de Spielberg, «Rescatando al Soldado Ryan», pero de algún modo más sutil tienen un clima más infernal, con imágenes casi sobrenaturales, lo que en algunos momentos ejemplifican las palabras de uno de los grandes actores del film, Niel Arestrup, que le explica a su nieta que a veces hay que tener el coraje necesario para «volar por sobre cosas horribles para poder volver a casa». La escena del caballo que nunca supo saltar aprendiendo de golpe para volar por sobre un tanque de guerra parece salida de una pesadilla.
Pero esta nueva pesadilla bélica de Spielberg tiene, entre sus múltiples cualidades poco comunes, el don de hacernos sentir bien en medio de escenas horribles, contradicción que solo puede entenderse del todo viendo esta excepcional e inclasificable película. Otra de sus grandes virtudes es la de poner en escena las situaciones más complejas sin darle al espectador la posibilidad de entender cómo están hechas en términos cinematográficos, ya que es casi imposible separarse de la historia. Habría que ver una secuencia varias veces para entender los detalles técnicos de un gran director que con este film se supera a sí mismo, tanto en el mensaje como en la forma. Pocas peliculas de Spielberg tienen imágenes tan tenebrosas y un desenlace tan luminoso como el de «Caballo de guerra», una película que recomendamos especialmente entre todos los buenos films que se han estrenado últimamente.