La posta humanista
¿Después de leer Hergé y filmar Las aventuras de Tintín, Spielberg deviene bressoniano? En la extraordinaria Al azar Baltazar, Bresson elegía como protagonista a un burro y este cuadrúpedo asociado a la falta de inteligencia era testigo de nuestra supuesta vida inteligente. El burro azarosamente pasaba de dueños y en cada uno aprendíamos algo de nuestra especie.
Pero antes de Bresson está John Ford. La primera media hora de Caballo de guerra es hermosa. En algún recóndito lugar de Inglaterra, un héroe de guerra devenido en alcohólico, su mujer y su único hijo pelean por retener su granja. El poderoso del pueblo los aprieta, deben pagarla. En ese contexto nacerá un caballo y el joven Albert lo adiestrará y de algún modo lo sentirá como su hermano. De no ser por la intrusiva banda sonora de John Williams, el modo de registro de los paisajes, las locaciones, la introducción de los personajes y la interacción entre éstos remiten a El hombre tranquilo, de Ford. Cine clásico y del mejor.
Pero llega la Primera Guerra Mundial, y Joey, el "hermano" silencioso y salvaje de Albert, partirá a la guerra. La granja o el caballo es la disyuntiva, y Joey tendrá otro amo, otro jinete, en este caso un militar inglés de alto rango. En plena batalla, Joey volverá a perder a su dueño, y de ahí en adelante será cuidado por un par de soldados alemanes y una niña que vive con su abuelo. ¿Volverán a encontrarse Joey y Albert? Siendo un filme de Spielberg no es difícil adivinar la respuesta.
Como sucedía en el film de Bresson, en Caballo de guerra los propietarios del caballo están al servicio de revelar la condición humana. La asimetría de clase y las brutalidades de la guerra son aquí los males de nuestro mundo. El humanismo ramplón y utópico de Spielberg se sintetiza en un pasaje en el que los alambres de púa ponen en juego la vida de Joey.
Las proezas formales de Spielberg son reconocibles: los planos generales y los travellings sobre la infantería montada de los aliados encaminándose a la batalla, el virtuoso seguimiento de cámara sobre el bellísimo animal y sus movimientos, que incluye una secuencia digital, son notables.
Caballo de guerra es al cine de Bresson y Ford lo que El artista al cine mudo: un homenaje honesto y amoroso pero descafeinado, tan amable como liviano. No es fácil filmar los buenos sentimientos de la única especie que tiene la palabra.