En un año ya tuvimos estreno comercial de "La parte automática" (en junio), primera entrega de estos viajes que Ivo Aichenbaum nos trae y que conforma el incio de una trilogía que continúa con "Cabeza de ratón" (el tema de esta review) y culminará probablemente con "Formosa", pronto. Las tres, reflejan las inquietudes de un cineasta y artista inquieto, vehemente, concreto y que tiene una gran plasticidad para registrar y rodar en circunstancias incómodas, ásperas o sorpresivas.
Quiero decir, Aichenbaum es un espíritu inquieto, crítico y no tiene problemas en expresar sus ideas, en crudo. Sus cintas son realmente atractivas, por la forma en que son encaradas y porque creemos que son reflejo fiel de un sujeto en transformación. Estos diarios de viaje (la trilogía) son pequeños escenarios abiertos, donde quizás haya más preguntas que respuestas, pero seguro encontraremos búsqueda y aguda reflexión.
"Cabeza de ratón" es un registro documental hecho con la cámaras HDSLR, centrales en esta época para el cine independiente. Alta calidad, bajo costo de producción, posibilidad de portabilidad, todo a favor. Pero cuidado, no todo se resuelve con ese recurso, hay que tener una historia interesante y atractiva para que un diario de viaje no se vuelva algo puramente descriptivo. Ahí es donde el director hace la diferencia. Sabe captar momentos, es espontáneo para el comentario y deja que las emociones aparezcan, cuando surgen. No delimita espacios ni se ata a un plan. Fluye.
Aichenbaum cuenta aquí la historia de un regreso sin gloria. Un retorno a la Patagonia, a Río Gallegos, ciudad donde vivió muchos años, que es el punto de partida de esta travesía. Volver, no representa en este caso, un hecho feliz. Hay un pasado en esa ciudad, una red de recuerdos que reaccionan al ser evocados, incluso superficialmente. Un amigo, su trágica muerte, observaciones sobre las dificultades que la Patagonia tiene para dotar a sus habitantes de una vida plena. El vacío de una vida fría, la crisis social, el empleo y el tiempo libre.
Todo juega, todo está puesto sobre la mesa. Transitamos como observadores en un espacio intenso y vital. Oscuro, tal vez, pero auténtico.
La política también tiene su lugar aquí. Río Gallegos es una ciudad donde vivió Néstor Kirchner durante mucho tiempo y el cineasta también nos deja un conjunto de representaciones sobre su figura que el espectador deberá descubrir (y acordar, o no).
Este es un documental donde se siente, en todo momento, la frescura de un autor con gran futuro (ahora mismo está desarrollando un proyecto de productora con artistas y de cine ensayo) quien da sus primeros grandes pasos para mostrarnos que el NCA también puede explotar desde la veta documental. Sólo nos queda esperar por la última escala de esta trilogía ("Formosa"), desde ya, con renovada ansiedad.