En la Francia del siglo XIV, Behemen, un guerrero de gran valentía, emprende una misión: con su amigo Felson y un grupo de acólitos, entre ellos un sacerdote y un joven dispuesto a demostrar su necesidad de servir a la causa, deberán transportar a una muchacha acusada de brujería hacia un lejano monasterio. La travesía de este dúo está poblada de aventuras y desventuras, entre ellas el enfrentamiento con extraños seres que desean interrumpir esa marcha y ante la siempre atenta mirada de esa muchacha que, encerrada en una jaula, no se cansa de repetir que su hechicería no es tal.
El director Dominic Sena, el mismo de la trepidante 60 segundos , intentó aquí cierta originalidad en un tema varias veces tomado por la cinematografía norteamericana, y el resultado es un film entretenido con escenas muchas veces cercanas al videoclip.
Nicolas Cage parece disfrutar haciendo de caballero templario, aunque a veces su rostro impávido le quita fuerza a su papel, en tanto que Ron Perlman, como su cruzado amigo, no necesitó de demasiado esfuerzo para insertarse en el relato. Como curiosidad, Christopher Lee, animador de tantas producciones de terror, es aquí un deformado cardenal.