Nicolás Cage enfrenta al demonio
Nicolas Cage agarra lo que venga. A veces da la impresión de que ni siquiera lee los guiones; simplemente su agente arregla los honorarios y a otra cosa. Sólo así se entiende el sorprendente desbarrancamiento de una carrera que pintaba para otra cosa. La distancia que media entre "Adiós a Las Vegas" y "Cacería de brujas" es la misma que separa a Mike Figgis de Dominic Sena (o sea, de un cineasta a un realizador de clase "B").
Ese es el tono de "Cacería de brujas", una de cruzados que renuncian a derramar sangre inocente para terminar enfrentados con el mismísimo Satán. Resulta que el diablo anda por el mundo destruyendo todos los ejemplares del único libro capaz de neutralizarlo. Estamos en la Edad Media y esas cosas pasaban todo el tiempo. Cage es Behmen, el valiente soldado que llevará a una bruja a un monasterio para que la juzguen por... bruja. En el camino pasan un montón de cosas (demoníacas), y cuando llegan al convento el asunto se pone mucho más feo. Junto a Cage se mueve Ron Perlman, uno de esos actores queribles y con futuro de culto, como los personajes que interpreta (desde el Salvatore de "El nombre de la rosa" en adelante).
La historia de "Cacería de brujas" es previsible hasta niveles insólitos. También los sustos y los pretendidos toques de suspenso. Y de los efectos especiales no vamos a hablar a esta altura del partido. Todo enmarcado por diálogos pomposos. Para peor, Claire Foy no da bruja, por más cara de mala que intente poner.
Esta película costó 40 millones de dólares. A veces asusta pensar cuánto buen cine podría producirse con esa montaña de dinero.