El transportador hereje
El aceptable atractivo que puede despertar Cacería de brujas, dirigida por Dominic Sena y protagonizada por Nicolas Cage y Ron Perelman en los roles principales es sin dudas su desfachatez y despojo de solemnidad para disfrutar de un producto al que no le falta acción, algo de humor y una inverosímil historia detrás.
La trama se ubica en el contexto de la época de las cruzadas y del azote de la peste negra aproximadamente en el 1300 después de Cristo. Behmen (Cage) y Felson (Perlman) se han enrolado en las cruzadas para expiar sus pecados y aniquilan a cuanto infiel se cruce en su camino en nombre de Dios. Sin embargo, tras años de lucha Behmen recapacita cuando mata a una joven inocente (recuerdo traumático que no le dará consuelo a su alma) y toma conciencia de que no todo es lo que parece y que su lucha no tiene ningún sentido. Pero su condición de desertor, junto a su fiel compañero, lo obliga a involucrarse en una misión suicida: transportar a una joven misteriosa (Claire Foy) acusada de ejercer la brujería y de ser la causante de la peste.
A la travesía –como suele ocurrir en este tipo de propuestas- se unen una serie de personajes secundarios, quienes formarán parte de las peripecias a las que el grupo se someterá. Llegar a una abadía para que la supuesta bruja sea juzgada por las máximas autoridades eclesiásticas es la meta a conseguir, pero el camino es largo y muy peligroso.
Con una estructura clásica (parecida a la de un videojuego de aventuras) mezclada con elementos de cine de clase B y bajo las coordenadas de un guión elemental pero eficaz casi hasta el final, el film de Dominic Sena mantiene el ritmo y la prolijidad en la puesta en escena a la hora de la acción sin abuso de efectos y cámaras lentas bastante habituales últimamente.
Nicolas Cage suma a su irregular filmografía un titulo más donde se lo sabe aprovechar sin exponerlo al ridículo y rodeándolo de un buen coprotagonista como el carismático Ron Perlman, quien aporta los alivios humorísticos necesarios en los momentos justos. Por su parte, la joven Claire Foy consigue impregnar a su personaje una pátina de ambigüedad y misterio que se sostiene durante toda la primera mitad, aunque lamentablemente se desperdicia hacia el desenlace cuando la historia atraviesa la pendiente de lo absurdo.