De Noruega con tensión
Si Cacería implacable proviniera de los EE.UU. cualquier desprevenido podría concluir que andan los hermanos Coen detrás del proyecto. Efectivamente, es un thriller muy en la vena de los creadores de Sin lugar para los Débiles pero sin los manierismos o el particular sentido del humor que los hiciera famosos. En realidad la película es de origen noruego y tuvo tanto éxito en su país que se convirtió en la segunda más vista de la historia durante su primer fin de semana de exhibición. Por otra parte, tanto la trama –basada en una novela de Jo Nesbø- como el acabado técnico –sin olvidar el formidable nivel actoral del elenco- han sido trabajados con una sapiencia digna de los mejores exponentes del género. En una época Hollywood podía brindar cómodamente varios títulos de esta calidad por año. Por desgracia hoy día ya es imposible que esto ocurra. El film recibió tantos elogios que se vendió a todas partes del mundo y gracias a eso podemos darnos el lujo de recomendarlo y disfrutarlo infiltrado en la pobrísima cartelera local. Con los principales complejos de cine monopolizados para la explotación de todo lo que producen los yanquis es casi asombroso que se nos permita el acceso a una obra de tan inusitada procedencia.
Headhunters, que es el título original de Cacería implacable, se les llama a las consultoras que se dedican a reclutar talentos de perfil gerencial. Es lo que hace Roger Brown (el extraordinario Aksel Hennie) para ganarse el pan: contactar a un candidato, convencerlo de que la empresa interesada invertirá en él lo suficiente como para que renuncie a su actual trabajo y cobrar una comisión muy bien remunerada. Claro que no tanto como para sostener el tren de vida que lleva: una bella y altísima esposa rubia (Synnøve Macody Lund), una casa de lujo y todos los gustos que el dinero es capaz de comprar. Por ello el bueno de Roger tiene una segunda ocupación: el hombre es un ladrón de guante blanco especializado en obras de arte (pinturas básicamente). El personaje parece un primo europeo lejano de aquel que interpretara Steve McQueen en El Affaire de Thomas Crown (1968) y luego Pierce Brosnan en la simpática remake de 1999. Claro que esas películas estaban jugadas a la comedia mientras que Cacería implacable apunta para otro lado (hay abundante humor negro como en la Simplemente Sangre de los Coen).
El disparador del nudo central viene de la mano de un personaje un tanto enigmático, el ex militar danés especializado en tecnología de rastreo Clas Greve (Nikolaj Coster-Waldau, de imponente presencia, construye un gran antagonista pese a no participar en muchas escenas). Roger intenta posicionar a Greve como CEO de una compañía de seguridad millonaria. Al comprobar que el apuesto galancete está flirteando con su esposa el tan mentado “headhunter” no duda en irrumpir en el departamento del danés con la ayuda externa de su cómplice Ove Kjikerud (Eivind Sander, otro actor notable) para sustraerle un cuadro de Rubens. De aquí en más la trama no para hasta el final. Se suceden las vueltas de tuercas y las situaciones más extremas sin que, ¡milagro!, se pierda el verosímil por el camino. Mérito, me imagino, que ya sería patrimonio de la novela en la que está basado el guión de Lars Gudmestad y Ulf Ryberg. Veremos qué pasa con la remake que está preparando Hollywood, por ahora con Mark Walhberg en el rol de Roger.
Cacería implacable es de esas historias escritas y dirigidas magistralmente pero sin buscar el lucimiento desde el exhibicionismo autoral. No está sobredirigida ni sobreescrita de modo que el beneficiado es siempre el espectáculo. Como esos partidos de fútbol donde no se nota la presencia del árbitro. No existen en este thriller de tensión inigualable esos vicios estilísticos que han arruinado a muchos filmes de similar tenor. Por ejemplo, un especialista en mirarse el ombligo como Mark Pellington (Intriga en la calle Arlington, Mensajero de la Oscuridad) se me ocurre que sería el peor aspirante a director para la versión estadounidense. Lo conspicuo del filme de Morten Tyldum es que cada nuevo punto de giro ayuda a darle más dimensión a sus personajes, sobre todo a Roger que pese a sus graves defectos se convierte en una especie de antihéroe querible, impulsando la trama con bríos dramáticos y, lo más insólito, sorprendiendo al público con recursos narrativos lícitos. Con inteligencia, sin hacer trampa y apelando a las más nobles armas de un género que los europeos, se ve, dominan a la perfección. Bien planteado, desarrollado y con un tercer acto sencillamente memorable, Cacería implacable atrapa desde la primera imagen y posee todo lo necesario para convertirse en un programa de visión obligatoria para los amantes del suspenso de buen cuño.