La mediocridad también se consigue en los países nórdicos
Nos quejamos mucho de la inmensa cantidad de defectos del cine industrial estadounidense, de la falta de energía y propósito de muchos de sus productos, de cuanto inflan a través del marketing a diversos films, de cómo inundan los mercados con películas inútiles. Y no está mal quejarse de eso, manifestar nuestro rechazo frente a formas de cine perimidas o restrictivas, pero deberíamos aplicar ese mismo criterio hacia ciertas producciones europeas que presentan parámetros similares: toman modelos de realización norteamericanos globalizados, no tienen identidad propia, se sostienen más en el marketing que en la narración.
Cacería implacable tiene bastante de lo anteriormente mencionado. De hecho, forma parte de ese nuevo fenómeno que se está dando con el cine nórdico, que está teniendo bastante éxito comercial en todo el mundo, además de ser reversionado por Hollywood. La saga Millenium es el ejemplo más fuerte, y uno bastante sobrevalorado por cierto: en opinión de este crítico, estamos hablando de una serie de thrillers correctos, pero con puestas en escena limitadas y cuasi televisivas, y argumentos bastante enrevesados pero con resoluciones simplistas y efectictas.
Si tomamos en cuenta que los productores de la saga Millenium están detrás de Cacería implacable, algunas cosas empiezan a encajar perfectamente. Empezando por el éxito de este film noruego, que supo venderse muy bien, hasta el punto de conseguir distribución en 50 países (todo un récord para el cine de esa nación) y que un estudio hollywoodense adquiera los derechos para su remake incluso antes de su lanzamiento inicial. Pero siguiendo además con esa liviandad y falta de riesgo real que hace que la película sea en verdad totalmente intrascendente.
El film arranca desde una visión negra de la existencia, con el protagonista, Roger, comentándonos a través de la voz over cómo es alguien que lo ha conseguido todo a través del juego de las apariencias y la ayuda del dinero. Es que por un lado es un respetado cazatalentos, pero también un experto ladrón de arte que roba cuadros a los que reemplaza por copias similares. Todo eso, cree él, le ha permitido conseguir un estilo de vida extremadamente cómodo y una esposa hermosa a la que ama, pero con la que percibe un conflicto a futuro: ella quiere hijos, él no. Un día conoce a Clas, un ejecutivo de la industria electrónica y ex mercenario, quien posee un cuadro valiosísimo, de esos cuyo monto serviría para que Roger se retire de una vez y para siempre.
Obviamente, las cosas salen mal, la vida personal y profesional de Roger empiezan a colisionar peligrosamente y los cadáveres se acumularán rápidamente. Todas estas peripecias son relatadas con escaso vuelo narrativo, a pura rutina y con unos cuantos agujeros en el guión. Y si encima le agregamos un brusco cambio de tono en los minutos finales, donde se pasa de la negrura absoluta al cuentito de ingenio típico de las películas de asaltos y estafas, sin un sustento adecuado en el desarrollo de los personajes, el resultado termina siendo bastante discreto y hasta mediocre.
Es cierto que Cacería implacable no ofende a nadie, a pesar de ciertos giros conservadores que posee. Pero no deja de ser otro producto que poco agrega a la cartelera, obstruyendo más que enriqueciendo.