Escrito con sangre
En los últimos años, el cine norteamericano de modestos presupuestos viene produciendo películas de terror como chorizos, con buenos resultados en la taquilla pero dudosos resultados artísticos. “Cacería macabra” es otro inconfundible producto de esa factoría, pero hay varios elementos que la salvan de caer en la misma bolsa de gatos. La película del director Adam Wyngard y el guionista Simon Barrett (prolíficos compinches en el género de terror) se desmarca desde su espíritu gore, su humor negro y su capacidad de generar sorpresa con una receta muy conocida. El punto de partida no es nada original: la acción transcurre en una mansión alejada, donde un matrimonio de clase alta reúne a sus cuatro hijos con sus respectivas parejas para festejar sus 35 años de casados. Si bien en apariencia se trata de una familia muy normal, hay tensiones y viejos resentimientos entre los hermanos que terminan explotando a la hora de la cena. Y justo ahí, en medio de una gran discusión, se desata una masacre: extraños hombres armados con ballestas y hachas empiezan a atacar la casa y no dejan títere con cabeza. Wyngard y Barrett manejan bien el suspenso, la violencia y los excesos, dosificándolos progresivamente. Además acá no hay elementos sobrenaturales, ni móviles caprichosos ni cabos sueltos. El enemigo en este caso es bien concreto, aunque el guión apura demasiado el trámite y no se detiene en perfiles psicológicos ni nada por el estilo. La aparición de una heroína inesperada, interpretada convincentemente por la actriz australiana Sharni Vinson, es otro acierto de la película. Para el final, sólo cabe hacer una advertencia: el público impresionable, mejor que se abstenga.