El encanto de la buena y vieja receta
Wyngard y el guionista Simon Barrett conforman un dúo de intensa producción, que en 2011 filmó tres películas. Eso no significa que salgan como chorizos: así lo demuestra Cacería macabra, que hace un digno uso de las herramientas usuales del género.
Cacería macabra representa una de las tendencias del cine de terror contemporáneo, el return to basics. En este caso, grupo asediado por tres o cuatro enmascarados, que no piensan parar hasta exterminarlos con lo que tengan a mano. Por qué razón, no se sabe. No hasta cierto punto, al menos. Esa es una de las mayores diferencias entre ésta y Los extraños (2008), aquella donde un matrimonio (ella era Liv Tyler) debía enfrentar una situación semejante, pero mucho más inexplicada. Aquí termina por saberse quiénes y, más o menos, por qué, aun en su loca desproporción. Y basta ya: decir más sería decir demasiado. Salvo que la película se impone –allí está lo básico– restringirse a lo puramente fáctico.
Cacería macabra (You’re Next, en el original) es obra de los compinches Adam Wyngard, en la dirección, y Simon Barrett, en guión y producción. Wyngard viene dirigiendo desde hace un lustro películas superindependientes, de esas hechas con dos pesos. Desde que se juntó con Barrett hizo dos cosas: centrarse más resueltamente en el género de terror, practicando una variante que podría calificarse de “terror naturalista y cotidiano”, y producir a cuatro manos. Cacería macabra es, de hecho, una de las ¡tres! que el dúo presentó en 2011. ¿Por qué demoró dos años en estrenarse, después de haber tenido muy buena repercusión en festivales del género? No se sabe. Sí puede informarse con certeza que éste es el primer largo del dúo que se estrena en Argentina. Previamente se conocieron los cortos que aportaron para Las crónicas del miedo y Las crónicas del miedo 2, estrenada la primera a comienzos de año y en cartel la segunda.
Mejor que ésos es otro corto, que filmaron para la muy buena película de género en episodios The ABCs of Death, que pudo verse en el último Bafici. Wyngard y Barrett son, en verdad, parte de un grupo mayor de compinches, que integran el cineasta de género Ti West (tiene una muy buena, The House of the Devil, vista también en un Bafici) y el ultraindie Joe Swanberg. Que también aportaron cortos para ambas Las crónicas del miedo y actúan en Cacería macabra. Como también lo hace –asesinado sobre un sillón– Larry Fessenden, realizador de The Last Winter y suerte de hermano mayor de todos los demás. Después de todas estas vueltas más vale ir a la película, no sea que el sufrido lector termine con la cabeza en peor estado que la de varios personajes de Cacería macabra.
Filmada en scope e impecablemente fotografiada, encuadrada y montada, Cacería mortal muestra un acabado mucho más “profesional” que todas las nombradas en el párrafo anterior. Aunque todavía subsiste la tendencia al deliberado temblequeo de cámara. Mala costumbre de cierto cine contemporáneo, que supone que para transmitir inestabilidad la cámara tiene que temblar sí o sí. Como versiones adultas de los adolescentes de Martes 13 o cualquier otro slasher film, los miembros de una familia se reúnen a celebrar los 35 años de casados de papá y mamá (mamá es Barbara Crampton, la rubia de Reanimator), en su mansión ubicada, como es obvio, en un paraje alejado.
Aunque uno de los hijos (tres varones y una mujer, que llegan con sus respectivas parejas) le avisa a su chica que la familia es algo especial, parecen de lo más normales. Tal vez eso es justamente lo que tienen de especial. Mamá no terminó de servir las entradas que dos de los hermanos ya se están pasando un talonario completo de facturas atrasadas. Se clavan cuchillos, se diría en sentido figurado, si no fuera porque eso es lo que va a ocurrir realmente. No se los clavan ellos, sino unos misteriosos atacantes con caretas de animales, que se comportan como tales. Tampoco se trata de cuchillos, sino de flechas arrojadas por una ballesta, machetazos, mazazos y hachazos.
Wyngard y Barrett dosifican bien los primeros indicios, la sorpresa, el gore y el humor. En cuestión de minutos el living está sembrado de media docena de cadáveres, uno de los hermanos anda por la casa con una flecha clavada como si nada y los artículos de cocina pueden volverse tan letales como en aquella legendaria escena de Gremlins. A Wyngard y Barrett parece no importarles demasiado si los atacantes metaforizan o no el siniestro familiar. Aunque no ahorran sátira familiar, prefieren concentrarse en la mecánica física del ataque y defensa, el ingenio o la voluntad de sobrevivencia, la exuberancia de alguna muerte, algún que otro buen gag truculento y, sobre todo, el surgimiento y consolidación de una guerrera que nadie esperaba.
Si no se le pide más de lo que da, la cosa funciona. No vaya a esperarse, eso sí, algún segundo grado, alguna resonancia, una gran imaginación o un desarrollo algo más a fondo de la perversidad latente. En todos estos terrenos, y sostenida en una trama semejante, es muy superior la argentina La memoria del muerto, que tras pasar casi inadvertida por la cartelera unos meses atrás, en días más sale en DVD.